El inicio de la tradición alfarera de Agost data, según las referencias más antiguas halladas, del siglo XVII, aunque se cree que se remonta a tiempos anteriores. Hasta mediados del pasado siglo la economía de la localidad de Agost se basaba, principalmente, en la producción de piezas de barro, como el botijo blanco —la pieza más característica que se produce en la localidad— que mantiene fresca el agua y le da ese sabor tan particular. Hoy apenas quedan media docena de alfarerías que continúan elaborando piezas mediante el proceso tradicional, mezclando barro blanco con sal y cociendo las creaciones en hornos morunos o de leña. Esas alfarerías son las únicas de toda la Comunidad Valenciana —y de las pocas nacionales— que siguen respetando los antiguos procesos.




El interesante Museo de Alfarería enseña la historia, las diferentes partes del proceso y algunas piezas antiguas de esta artesanía tan arraigada en esta pequeña localidad de la provincia de Alicante. La etnóloga alemana Ilse Schütz fue la encargada de poner en marcha el proyecto museístico en el año 1981. Se enamoró del sol de esa tierra y de la especial artesanía que de ella salía. Durante casi dos décadas estuvo al frente del museo, ubicado en un alfar, hasta que la gestión pasó a ser municipal.




La tradición alfarera ha marcado la idiosincrasia del pueblo, no solo en el carácter y sus tradiciones sino incluso en las viviendas. En la expansión que se llevó a cabo en el siglo XIX, el creciente éxito de la actividad derivó en la construcción de casas que eran a su vez talleres, en los bajos se trabajaba la arcilla y había estancias destinadas a otros usos relacionados con la artesanía. La expansión, obviamente, se hizo buscando la cercanía de los yacimientos.
Merece la pena hacer la Ruta de la Alfarería, que recorre la localidad por los lugares vinculados al proceso artesanal: la fuente de l’abeurador que abastecía de agua a las alfarerías, la ermita de Santa Justa y Santa Rufina, patronas de los alfareros; las balsas de decantación, o el Terrer dels Pobres, un yacimiento comunal de donde se extraía la arcilla, entre otros lugares. Algunos de los alfareros se han agrupado bajo la marca Agost fet a mà (Agost hecho a mano) para proteger y vender sus mejores piezas. Pese a que se hacen esfuerzos por conservar la excelencia en la producción, como el nombramiento de la Pieza del Año que suele pasar a formar parte del museo, la verdad es que el futuro es incierto y el interés del turismo ha dado lugar a la proliferación de los conocidos como recuerdos “de domingo”, donde la calidad ya no es lo más importante.
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