Hemos exprimido al máximo el día, y ahora que se pone el sol aún nos vemos con ganas de continuar. Queda mucho por hacer en Flandes, desde el plan más cultural hasta cuidarse —mucho— cenando en un buen restaurante, con un buen paseo después para no sentirnos culpables. No nos olvidamos del necesario descanso. Estos son nuestros planes preferidos para disfrutar de Flandes al caer la noche.
Hacer un máster en asuntos cerveceros
Da igual cuántos días vayas a Flandes: no vas a poder probar todas las cervezas que producen por allí. Pero sí las suficientes para acabar sabiendo las diferencias entre una trapense y una de abadía, para apreciar los matices de una lambic, incluso a lo mejor le coges cierto gustillo goloso a la kriek, cerveza que añade cerezas para conseguir un segundo proceso de fermentación. Además, no te conformarás con cualquier copa, vaso o jarra: a cada cerveza le corresponde la suya. Si queremos ir un poco más allá nos podemos apuntar a alguna visita guiada: las hay que muestran todo el proceso de producción, otras que añaden leyendas y cuentos a la cerveza, hay tours por los mejores pubs o los que enseñan a maridar los platos con la cerveza más apropiada.
Dejar pasar la vida en un café
De día nos habíamos quedado fascinados con la arquitectura Art Nouveau, pero aún quedan algunos lugares en los que seguir disfrutando del arte de ese periodo. En Bruselas se han conservado un puñado de cafés y restaurantes de decoración Art Nouveau, lugares que tuvieron sentados alrededor de sus mesas a los artistas más diversos buscando inspiración en un vaso de absenta. Para tomar una cerveza nos gustan Falstaff, Le Cirio y À la Mort Subite; para un café, Le Perroquet y la taberna Greenwich, donde también es posible retar a alguno de los clientes a una partida de ajedrez; para comer algo, L’Ancienne Poissonnerie, De Ultieme Hallucinatie, La Porteuse d’Eau o Vincent.
Contemplar —en vivo— las mejores postales de Flandes
La belleza es algo parecido a una postal flamenca. Muchos serán los rincones que llamen la atención de nuestra cámara, pero cada ciudad tiene uno especial: aquél que luce perfecto durante la hora luz, cuando las primeras luces artificiales se mezclan con un cielo que se resiste a volverse negro. En Brujas hay que ir al Muelle del Rosario (Rozenhoedkaai), probablemente el lugar más fotografiado de Flandes. En Bruselas, por supuesto, la foto está en la Grand Place. Aunque también es muy especial la vista de la ciudad desde el Monte de las Artes. De Malinas nos gusta el conjunto que forman las casas de la plaza del Mercado (Grote Markt) con la catedral de San Rumoldo. En Lovaina no podemos dejar fuera del encuadre al Ayuntamiento, con su espléndida fachada decorada con 236 estatuas. En Amberes, la plaza del Mercado con sus adoquines y la estatua de Brabo. Para saber nuestro rincón preferido de Gante tendrás que seguir leyendo.
Danzar, danzar, danzar
Las actuaciones programadas en el December Dance, festival anual dedicado a la danza contemporánea, son suficientemente atractivas como para pasar por taquilla, pero si falta algún motivo te diremos que se trata de un festival participativo, en el que el público no solo puede asistir a debates, proyecciones de películas con la temática de la danza y conferencias, sino que puede apuntarse a un taller de dos horas, con la compañía de Michael Clark, en el que no es necesaria la experiencia previa.
Es la celebración de la danza en todo su amplio espectro: conceptual, teatral, puramente estética y como experimentación de las relaciones entre la coreografía, la música y la luz. Se celebra en el Auditorio de Brujas (Concertgebouw) y este año, en su décima edición y bajo el título Crossing Channels, está dedicado a lo mejor de la escena de la danza británica. En este enlace tienes más información sobre el programa.
Darse un homenaje gastronómico
Si juntas buen producto de proximidad, talento, creatividad, algo de rock, innovación, y las ganas de comerse el mundo —en este caso de cocinarlo— de una generación de jóvenes a los fogones, nos sale el grupo Cocineros Rebeldes de Flandes para demostrar que la cocina flamenca se compone de algo más de dos o tres manidos platos. Slow food, la esencia del productor en el plato, mejor de una granja cercana pero sin renunciar a productos excelentes de otra parte del mundo; cocina sana. Estas fueron las premisas de los fundadores del grupo, el triestrellado Michelin —Flandes es el lugar de Europa con más estrellas en la guía roja por habitante— Gert de Mangeleer y su socio Joachim Boudens, del restaurante Hertog Jan. Actualmente, son 25 jóvenes comprometidos con esa filosofía, dispuestos a desarmar tópicos y, sobre todo, a hacer feliz a la gente.
Tomar una copa de ginebra de Hasselt
Tras la cena tocaría tomar una copa o un trago corto de ginebra de Hasselt. Aunque los amantes de este destilado dicen que cuadra en cualquier otro momento, incluso como aperitivo. La de siempre, la clásica, parecida a lo que nosotros entendemos por ginebra, la encontramos joven o añejada, elaboradas ambas siguiendo los mismos procesos tradicionales de hace siglos. Desde hace relativamente pocos años se han introducido variedades cremosas y de sabores, así que no es raro encontrar en las estanterías de los bares o en las tiendas ginebras de chocolate, melón, frambuesa, limón o almendras, entre otras. En Hasselt podemos visitar el Museo de la Ginebra para conocer todo el proceso de destilación y ver una interesante colección de objetos relacionados con el mundo de la ginebra, como un alambique del siglo XIX aún en funcionamiento.
Pasear por Gante iluminado
¿Qué rincón podemos escoger para hacer la mejor foto de Gante al caer la noche? La respuesta es fácil: la ciudad entera. Una ciudad que ha recibido premios por la iluminación nocturna de sus monumentos, entre ellos uno otorgado por Phillips que algo sabe de luz, merece un plan propio. El paseo largo tras la cena —y/o la copa—, meditado, parándose en un escaparate, ante un campanario Patrimonio de la Humanidad, junto al castillo de los Condes de Flandes (Gravensteen) o la Antigua Lonja del Pescado. Paseo que debe acabar, sin duda, en el puente de San Miguel. Al frente, los antiguos muelles de Graslei y Korenlei, girándonos a la derecha las torres alineadas de la iglesia de San Nicolás, el Ayuntamiento y la catedral de San Bavón.
Y por fin, caer rendido en una buena cama
Unas ciudades y pueblos con semejante encanto tienen, por supuesto, alojamientos a su altura. Junto a los canales, en edificios históricos, un Bed&Breakfast con pocas habitaciones, un hotel boutique, en una casa de la campiña con hiedra en la fachada, en un castillo, en la antigua casa de un pintor, en la de un zapatero o en una de estilo Art Nouveau. Las opciones son numerosas, la hora a la que te acuestes ya es cosa tuya.
Si quieres más información visita la página de Turismo de Flandes.
Fotos December Dance y bar ginebra de Hasselt cedidas por Turismo de Flandes.
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