William Wordsworth salió a caminar casi todos los días de su larga vida. Dicen que llegó a recorrer a pie unos 300.000 kilómetros. Era la manera que tenía de relacionarse con el mundo y, a la vez, de componer su poesía. Nació en Inglaterra en 1770, en una familia de pequeños propietarios rurales, en una época donde viajar a pie era cosa de mendigos, ladrones y gente de no muy buena reputación. Wordsworth y sus compañeros hicieron del caminar algo distinto, novedoso, y cambiaron por completo aquella antigua percepción. Como destaca Rebeca Solnit, fundaron el linaje de todos aquellos que caminan por el placer de hacerlo.
Ha pasado mucho tiempo desde las primeras y “extravagantes” caminatas de aquellos locos ingleses, pero el anhelo por caminar, entrar en contacto con la naturaleza y disfrutar de la contemplación de paisajes, sigue más vivo que nunca. Aquella extraordinaria revolución reformuló por completo el mundo intelectual occidental. De hecho, lo que hoy en día mueve a miles y miles de personas a salir a caminar por el monte, los campos y los bosques, es el resultado de tres siglos de evolución de percepciones y valores.
El hecho de caminar es consustancial con la especie humana y, de hecho, nos define como tal. Ahora bien, elegir caminar como experiencia contemplativa, espiritual y estética no proviene de ningún determinismo biológico sino que es el resultado de una construcción cultural que todavía prosigue. Y que va a resultar esencial en la lucha contra el cambio climático, por ejemplo. Por todo ello, el anuncio del nacimiento de una nueva propuesta de ruta, el Camí de Mestral, va mucho más allá de lo puramente turístico o del mero ejercicio físico. Caminar va de algo más que de caminar.
El mestral —cierzo en castellano— es el viento del noroeste que baja encajonado por el valle del Ebro. Al llegar a las montañas que cierran el Camp de Tarragona, por el sur, se aprieta para escurrirse entre riscos y barrancos y salir a erizar las aguas, sacudiéndolo todo. Resulta imposible entender estos paisajes sin él. Los payeses lo denominan serè o cerç e intentan, si pueden, proteger huertos y cultivos de su tremenda energía. Los pescadores lo temen, son ellos quienes lo han llamado siempre mestral. El conjunto de sierras que prueban infructuosamente de frenarlo no tenía un nombre en común hasta que un incansable excursionista de la zona, Josep Jordana, lo bautizó con el nombre de este viento frío y seco que llega del norte: Serres del Mestral.
La propuesta de ruta Camí de Mestral recorre buena parte de estas sierras para enlazar las poblaciones de Hospitalet de l’Infant, en la costa, con Pratdip, Llaberia, Tivissa y Vandellòs, en el interior. Se trata de un recorrido circular de 68 kilómetros que se recomienda hacer en cuatro días. No presenta dificultades técnicas, pero la longitud de alguna de las etapas y la rudeza del terreno no la hacen recomendable para principiantes. Estas son sierras agrestes, con una fuerte personalidad y un marcado carácter mediterráneo; es decir, calcáreas, abruptas, de transiciones bruscas, pero con parajes de una inusitada belleza asilvestrada. Aquellos que solo busquen la placidez de los prados verdes con sus correspondientes vacas, no hace falta que sigan leyendo.
No hablamos de montañas alpinas, ni valles glaciares, ni de grandes alturas, ni paisajes vírgenes. No, en absoluto. Es preciso cambiar de escala, de percepción. Aquí la belleza no se limita a los miradores. Aquí se toca, se palpa al penetrar en los rincones de la montaña. Aparece en un recodo del camino donde, de pronto, los riscos se funden armoniosamente con los viejos empedrados de un camino de herradura antiquísimo o cuando aparecen pequeños pentagramas de piedra que aguantan minúsculas terrazas colgadas en vertientes inmisericordes. En estas montañas la belleza natural es inseparable del legado de siglos de trabajo y sudor de los hombres y mujeres que han habitado estos parajes y que han luchado para sacar a sus familias adelante.
Estoy convencido que Wordsworth hubiera disfrutado con esta ruta. Para empezar, pocas culturas como la inglesa son capaces de captar y deleitarse con la belleza de los paisajes mediterráneos. No en vano llevan siglos enriqueciendo su mirada, su cultura paisajística. Pero además, Wordsworth fue también un pionero en apreciar y reivindicar la ruralidad y especialmente a su gente, su vida cotidiana y hacerlo con un lenguaje sencillo e inmediato muy poco habitual en la literatura de la época. Influido por la revolución francesa, sacó el caminar fuera de los jardines de los aristócratas y lo convirtió en un acto de cultura.
Puedo imaginármelo llegando a Pratdip, el pequeño pueblo escondido entre montañas, cerca pero oculto de un mar que durante siglos trajo a los piratas berberiscos y sus desgracias. Aún hoy le maravillarían los huertos que rodean el pueblo y sus deliciosos tomates. Seguro que le encantaría llegar al singular pueblecito de Llaberia por uno de sus viejos caminos. Wordsworth estaba enamorado de los caminos y fue un decidido defensor de los derechos a circular libremente por ellos, enfrentándose incluso a miembros de su clase social. Tivissa, con sus calles, su historia, su terraza sobre los dominios del Ebro, le hubiera encantado.
En Vandellòs, únicamente con comprobar cómo se ha preservado la memoria de su molino de aceite y de sus molineros hubiera sido feliz. En Hospitalet de l’Infant le hubiera conmovido su origen, el hospital medieval para viajeros del infante Pere. No le hubiera asustado la dureza de estas montañas sino más bien todo lo contrario. Le hubiera fascinado el contraste entre los riscos y los azules del cielo y de la mar Mediterránea, tan diferentes de los paisajes de su Lake District natal. Wordsworth vinculó el caminar con el placer y con el esfuerzo, con el arte, la cultura, la sensibilidad y también con la política. En un mundo congestionado, enloquecido por el consumo y la velocidad, la lentitud y la simplicidad del caminar continúa teniendo un profundo sentido revolucionario.
Más información
La ruta puede hacerse contratando los servicios de alojamiento, manutención y transporte de equipajes. Además de la opción estándar de cuatro días, puede optarse por hacerla en dos fines de semana. Los organizadores también ofrecen la opción Premium, consistente en alojarse todas las jornadas en un pequeño y encantador hotel rural y utilizar el servicio de transfer diario hasta el inicio de la etapa y recogida al final.
También existe la opción Free + welcome pack, para los que quieran descubrir la ruta por libre. Consiste en un paquete de bienvenida con los tracks de los recorridos, material divulgativo y un obsequio incluido.
El precio varía en función de la opción elegida y de las diversas modalidades de alojamiento y de si se elige hacer la ruta con o sin guía, como se informa en la web de Terres de Mestral.
La ruta está promovida por la MIDIT (Mancomunidad de Iniciativas para el Desarrollo Integral del Territorio de Hospitalet de l’Infant, Vandellòs, Tivissa y Pratdip).
Magnífic article.
Enhora bona per eixa capacitat de veure més enllà. De sentir el paisatge i de fer que els lectors també el sentim.
Moltes gràcies! És un plaer comptar amb lectors com vosaltres.
Great article and fabulous photos.
Thank you for giving us a glimpse into this gem.
Thank you very much!