Todos los caminos llevan a Roma, pero casi ninguno a Qom. Situada a sólo 125 kilómetros al sur de Teherán, esta ciudad —a la que algunos se refieren como el “Vaticano de los chiíes”— tiene mala prensa entre los iraníes que discrepan del discurso religioso oficial. Y, se dice, poco interés turístico. Para qué ir, si solo se van a ver mulás. Y sí, se ven mulás en sus calles. Y miembros de la “policía de la moral“, que apenas se encuentran en otras ciudades de Irán. Y la inmensa mayoría de las mujeres visten el tradicional chador. Ni siquiera Mashhad —la ciudad más sagrada del país por albergar la tumba de Reza, el octavo imam— supera a Qom en términos de conservadurismo y tradición.
Hay quien desde fuera tiene la idea de que ésta es la única y verdadera realidad de Irán, pero se trata sólo de una de sus dos caras. Una cara de la que la mayoría de la población reniega, a puerta cerrada, en cuanto se le da la oportunidad.
Qom es el mayor centro mundial de estudios islámicos chiíes. También es una ciudad santa ya que en ella se encuentra la tumba de Fatima Ma’sumeh, hermana del imam Reza, en un santuario que es lugar de peregrinación y centro neurálgico de la vida de la ciudad. Especialmente de la nocturna.
La vida nocturna de Qom
Recuerdo la primera vez que lo vi. Era más de medianoche, pero la ciudad parecía más viva que nunca. La iluminación del conjunto monumental —unida a las luces de los edificios, las farolas y los faros de los coches— era espectacular y cargaba el aire con un eléctrico ambiente a romería. Todas las tiendas permanecían abiertas vendiendo comida, música y artículos religiosos. La plaza estaba abarrotada y no sólo por iraníes sino también por peregrinos llegados de países como Irak o Líbano, que se agrupaban en corros de 30 o 40 personas para cantar y rezar. Para entrar al santuario tuve que hacerme con un chador. Esta prenda femenina, convertida en símbolo de la opresión a la mujer, es paradójicamente muy liberadora porque te permite observar sin llamar la atención. Dentro son muchas las que, en un descuido de los vigilantes, se lo quitan rápidamente para hacerse fotografías. Debajo llevan vaqueros pitillo y gabardinas cortas y ceñidas; no son de Qom.
El santuario está abierto toda la noche y el jolgorio, con sus altibajos, dura hasta el amanecer. Durante el día el ambiente es distinto, más respetuoso y, al mismo tiempo, relajado. La gente acude para rezar y se va, aunque algunos alargan bastante la visita. El santuario hace las veces de centro de reunión social. La ciudad más conservadora de Irán es uno de los pocos lugares del país donde paladear un fervor religioso que traspasa los muros de la mezquita para impregnar todos los aspectos de la vida pública y privada de sus habitantes. Tiene por cierto un nombre que ellos pronuncian de forma bastante peculiar: como un francés al hablar de Roma en inglés. Al final, estaba ahí desde el principio: todos los caminos llevan a Qom.
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