Si vas a viajar a Irán tendrás que dar unas cuantas explicaciones. Básicamente a amigos poco informados, que te miran con cara de preocupación y te preguntan si es seguro viajar allí: qué se te ha perdido, que te van a secuestrar, que está lleno de terroristas, que te cortarán el cuello, que te colgarán de una grúa.
Nada más lejos de la realidad. Irán es, con diferencia, uno de los destinos más seguros y más tranquilos a los que he viajado. Ahora vamos a caer en el tópico ese que habla de las gentes hospitalarias, pero es que es cierto. Tal vez sea porque son así, de natural, tal vez sea porque llevan muchos años apartados del mundo y están deseosos de contactar con gente que venga del exterior, pero el caso es que la amabilidad de los iraníes es abrumadora.
Todo son facilidades para el viajero, sería imposible describir aquí la cantidad de invitaciones a comer que hemos tenido que rechazar, la cantidad de veces que alguien nos ha parado por la calle simplemente para agradecernos que estemos allí, para darnos la bienvenida, para saber si necesitamos algo. Es obvio que la realidad choca frontalmente con la idea que tiene la mayoría de la gente, pero habría que plantearse aquí el papel que ejercen los medios de comunicación en nuestra idea del mundo.
Otra contradicción aparece cuando nos planteamos el tema de la religión. Irán es, formalmente, una república islámica, pero el desinterés general por el tema es notorio. Evidentemente hay de todo, pero la inmensa mayoría tiene unos intereses mucho más terrenales. Como por ejemplo, hacerse selfies en cualquier momento y lugar, con cualquier excusa, con motivo o sin él. La pasión por el selfie es universal y absoluta: jamás había visto un uso tan generalizado de ese artilugio infame que es el palo de selfies.
Siguiendo con el análisis sociológico de baratillo, podríamos atribuirlo a razones psicológicas de reafirmación del yo individual frente a la dominación de un poder político tiránico y omnipresente, pero yo más bien me inclino a pensar que es porque les gusta y les divierte. No es tan profundo, pero por lo poco que he podido saber de los iraníes diría que son gente que intenta disfrutar al máximo de la vida.
En una ocasión en que nos extrañamos de la cantidad de turistas locales que llenaban la ciudad, un taxista nos dijo: “Los iraníes tienen muchas fiestas. Y las usan”.
La sensación que tienes al pasear por Isfahan al caer la tarde es que no queda nadie en su casa. Todo el mundo pasea, charla, se hace fotos —obvio—, se sientan frente al río con la familia y los amigos a comer pistachos y fumar con el narguilé, dos grandes pasiones.
Pasiones sencillas, en todo caso, pero pasiones que les definen. El futuro de Irán es incierto y del pasado mejor no hablar. Sólo queda el presente y procuran disfrutarlo tanto como sea posible.
Hola Siqui, pareces un tintin al pais de los imanes, pero es verdad que dicen que es el origen del mundo. No?
De tanto criticar las selfies, a ver si tienes coraje de hacerte una selfie con una irania guapa, de ojos persans, al costado.
No dudo que para ti sería fácil… ánimo.