No está claro que los dioses tengan mucho interés por saber qué hacemos los humanos. En la antigüedad, nuestros antepasados mantenían una relación basada en intentar que las divinidades hicieran su vida y evitar tener que pagar los platos rotos de sus tejemanejes y enfados. Que te envíen una granizada cuando estás a punto de recoger la cosecha no le hace ninguna gracia a nadie, ¿verdad? La cosa cambió cuando algunos dioses decidieron erigirse en únicos y poner por escrito lo que podíamos y no podíamos hacer los pobres mortales; pero esta es otra historia.
Entre los dioses del antiguo politeísmo hay uno que, si está pendiente, se alegrará al saber que, tras la interrupción pandémica, volverá a celebrarse la Fiesta del Trepat. Los días 18 y 19 de junio de 2021 tendrá lugar la 11ª edición en Barberà de la Conca, la localidad de la Costa Daurada que da nombre a la comarca de la Conca de Barberà. Se trata de un evento que gira en torno a la cultura del trepat. Esta variedad de uva, conocida también como bonicaire, prácticamente sólo se cultiva en la comarca, aunque no siempre fue así. A finales del siglo XIX, algún payés debió maldecir más de la cuenta a los dioses porque una plaga divina consiguió arruinar prácticamente todas las viñas del país y del continente. Después de aquel castigo desmedido, los viñedos de trepat que había en otras zonas desaparecieron y sólo se recuperaron en la Conca de Barberà.
Las cepas de trepat son vigorosas y con un porte bien enhiesto. La uva es negra, larga, grande y prieta, con un grano grande, redondo, dulce y con una piel ni demasiado fina ni demasiado gruesa. Cabe decir, sin embargo, que durante mucho tiempo el vino que se obtenía no era especialmente valorado debido al poco color y grado alcohólico. Esto hizo que fuera utilizado, básicamente, para hacer cava rosado y que buena parte de la producción partiera hacia las bodegas del Penedés. Además, cultivarlo lleva más trabajo que en el caso de otras variedades. Por ejemplo, madura tarde y esto hace que la uva pueda sufrir más problemas. No es extraño que los agricultores de la comarca decidieran ir arrancando las viñas viejas de trepat para sustituirlas por cabernet o merlot.
Como si se tratara de un guion de Hollywood, todo comenzó a cambiar cuando un viticultor local, Carles Andreu, decidió apostar —intuitivamente, asegura— por las cualidades de esta uva. En 2004 comenzó a añadirla a sus negros y en 2009 elaboró las primeras botellas sólo con trepat, ante la incredulidad de todos. Aquel mosto poco valorado se convirtió en unos vinos frescos y ligeros, sedosos, especiados, con sabor a fruta, lilas y pimientos, en palabras de Judith Cortina y David Jobé. El bajo contenido de alcohol, lejos de ser un problema, se convirtió en una ventaja dadas las nuevas tendencias del mercado. Así, en poco más de diez años, el trepat no sólo ha sido reivindicado sino que se ha convertido en un elemento de identidad, en todo un símbolo de la D. O. Conca de Barberà.
Cuentan los entendidos que en los límites, en la frontera entre lo posible y lo imposible, entre la cordura y la locura, es donde los individuos y las sociedades se regeneran, innovan, avanzan (fuera del espacio de confort, que dicen algunos). No sé si es casualidad, pero el dios de la antigüedad que mejor representaba esto es precisamente el dios del vino, Dioniso. Es el dios que se sitúa en los límites, en los márgenes, en la ambigüedad, allí donde existe el peligro a la vez que también la regeneración, la semilla de los cambios. Como el vino, en el límite resulta liberador, pero si se traspasa, si se cae en el otro lado, puede devenir trágico.
Dioniso es el vino, el dios de la naturaleza húmeda, de las fermentaciones, de las transformaciones, también el que encarna el ciclo regenerativo de la naturaleza y, por tanto, quien acercará a los humanos a la idea de salvación, del despertar a una nueva vida. Por eso no deben sorprender los incontables ejemplos de escenas báquicas esculpidas en los sarcófagos, ni tampoco que el cristianismo adoptara la simbología del vino como bebida sagrada y de vida eterna. De hecho, durante algunos siglos, en Egipto se consideraron a Osiris, Dioniso y Jesucristo como el mismo personaje con diferentes nombres (un detalle, Dioniso es hijo de Zeus todopoderoso y Sémele, una mortal).
Sin embargo, Dioniso es también el dios más carnavalesco, el dios de la fiesta, de la dilución de la individualidad y el fortalecimiento de la comunidad. En él se ha proyectado el poder trascendental que nos une con la naturaleza y con los demás. Probad a pasear por las encantadoras callejuelas de Barberà de la Conca con una copa en la mano, catando algunos de los vinos de las veintiuna bodegas que este año participarán, lo que constituye un nuevo récord. Seguro que os cruzareis con grupos de amigos disfrutando del hecho de estar juntos y quedareis “contaminados” por la alegría y ganas de vivir que se respira. En esos instantes, algo profundo os unirá con nuestros antepasados y con este dios tan especial. Podéis creer o no en él como ser trascendente, pero como hecho cultural su existencia es irrebatible.
No podemos ponernos en la piel de quienes durante casi dos mil años lo tuvieron como dios (se tiene noticia ya en la Creta micénica del siglo XIII a.C.). Ahora bien, el poder de Dioniso en relación con la naturaleza humana es tal, que su evocación moderna en manos de filósofos, historiadores, psicólogos y antropólogos, ha generado una inmensa literatura a partir de la reelaboración de sus significados. Su enorme influencia en la cultura occidental resulta innegable. De alguna manera somos hijos suyos y somos hijos del vino. Dios de la alteridad y de la diferencia, Dioniso provocó el nacimiento del teatro en Grecia y, con ello, la emancipación de los humanos respecto al pensamiento único prefijado. Aprendimos a cuestionar la realidad y… el poder. No es casualidad que fuera una religión percibida como liberadora para las mujeres y los esclavos, o la única perseguida en Roma antes de la llegada del cristianismo.
Dioniso se encuentra íntimamente vinculado al teatro, la música, la danza, las artes y todo lo que nos hace verdaderamente humanos. Tampoco debe ser fruto del azar que la Fiesta del Trepat haya apostado tan claramente por el maridaje entre vino y arte. Desde las primeras ediciones, los antiguos portales de las casas del pueblo acogen tanto a los productores de trepat como exposiciones de artistas invitados y lecturas de poesía y literatura. Además, también se programan conciertos de música en vivo y actuaciones de danza. En Barberà de la Conca, y general en la Costa Daurada, que el vino forma parte de la cultura no es una frase vacía, no es un tópico. Durante estas jornadas esta pequeña localidad de cuatrocientos habitantes realiza un enorme esfuerzo para reivindicar el carácter agrario y vinícola de este territorio y la cultura como el alimento para los humanos.
El nuevo presidente de la asociación que la organiza subraya, precisamente, este carácter de la fiesta y puntualiza que, dada la práctica inexistencia de alojamientos y servicios turísticos en la población, el objetivo no es turístico. Más bien se trata de la reivindicación de una identidad y la celebración de la vida desde la cultura y el vino. Tal vez sus organizadores lo desconozcan, o quizás no, pero pocos planteamientos hay más dionisíacos que este. Un detalle, a diferencia de muchas otras, esta es una fiesta pensada también para las familias y, por ejemplo, se atreve a incorporar un elemento tradicional que muchos calificarían ahora de transgresor: una merienda de pan, vino y azúcar para los niños.
Los entendidos hablan de Dioniso como un verdadero motor de los sentidos. Parece evidente que, a pesar de los siglos de rígidos controles morales que sus rivales han ejercido, el poder del dios sigue vivo; eso sí, bajo nombres muy diversos. En la antigüedad ya era conocido como el dios de los muchos nombres y temido por los efectos que podía causar sobre el orden establecido. Era conocido también como el xenicos daemon, el “demonio extranjero” o “el espíritu de lo extraño”, de lo diferente. Por si acaso, no comenten nada, no levanten la liebre, olvide esto que han leído. Él siempre vuelve y ya se ocupará de lo que mejor sabe hacer.
Más información y programa en la página web de la Fiesta del Trepat.
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