Hornopirén significa “horno de nieve” en mapudungun, la lengua de los mapuches. No es uno de los lugares más populares en la Carretera Austral (Chile), pero a veces son los lugares menos conocidos los que tienen mayor encanto. Hornopirén es un pueblo de algo más de 1.000 habitantes situado a orillas del mar y junto a un volcán —homónimo— de casi 1.600 metros de altura. Pese a encontrarse a poco más de 100 kilómetros al sur de Puerto Montt, se tarda cuatro horas en llegar debido a la peculiar geografía local, con abundantes fiordos que deben salvarse en transbordador.
También Hornopirén se llama el parque nacional que se extiende al este y al sur del pueblo. Aunque hay numerosos senderos para recorrerlo a pie, una de las mejores vistas puede disfrutarse desde el puente del río Blanco, a unos 10 kilómetros al sur de la población. Pero esta vez no han sido los paisajes lo que me ha dejado una impresión más marcada. En la caminata que lleva al lago Cabrera, tres horas a pie al norte del núcleo, se pasa por pequeñas explotaciones madereras dedicadas principalmente a la obtención de leña de tepú —la mejor que hay, según algunos lugareños— y tejuelas de alerce.
El alerce es la secuoya de Sudamérica. Aunque no alcanza la altura de ésta —los ejemplares más altos apenas superan los 60 metros— sí poseen una longevidad similar, habiéndose encontrado árboles de más de 3.600 años. Me entran escalofríos al pensar que una semilla que germine hoy puede dar lugar a un árbol que llegue a vivir hasta el año 6000. Afortunadamente, desde 1976 la explotación del alerce está prohibida en Chile por haber recibido la declaración de Monumento Natural. Únicamente se permite el aprovechamiento de la madera muerta y siempre contando con un plan de manejo y el control de la Corporación Nacional Forestal (CONAF).
Durante la mayor parte del siglo XX la figura del alercero —leñadores especializados en el alerce— era una constante en los bosques de esta región. Numerosas cabañas —o ranchitos, como las llaman en la zona— poblaban los bosques aledaños al lago Cabrera. Los alerceros elaboraban sus tejuelas que bajaban al pueblo a caballo o con trineos tirados por una yunta de bueyes cuando eran especialmente numerosas.
El 19 de febrero de 1965 un deslizamiento de tierras en una de las montañas que rodean el lago Cabrera provocó una ola de agua, barro, rocas y árboles que sepultó a los alerceros y sus familias. Según las fuentes, entre 26 y 28 personas murieron en la catástrofe. Desde entonces, cada 19 de febrero los habitantes de Hornopirén y alrededores realizan una caminata hasta una pequeña capilla cerca del lago en memoria de los alerceros.
maravilloso relato! un abrazo colega viajero
Esta genial la información pero un poco mas adelante del camino hay una estatua que se tapa la cara ¿es sobre la misma historia ? O ¿no?