Donde el olivo se retira, acaba el Mediterráneo
Georges Duhamel, poeta francés

Mientras que el emperador Constantino se echaba en brazos del monoteísmo, en el siglo IV de nuestra era un olivo empezaba a crecer en un rincón de las Terres de l’Ebre. Todavía hoy, este ejemplar conocido como la Farga del Arión, sigue dando sus frutos para extraer ese jugo tan apreciado en la gastronomía del Mediterráneo. El olivo es un árbol perseverante, fuerte y de crecimiento pausado y constante, cuando clava sus raíces no cede ante el viento, se adapta a suelos complicados y resiste bien los veranos rigurosos; únicamente se queja ante el frío. Pocos símbolos hay tan vinculados a nuestro mar: Teofrasto, en De historia plantarum, una de las obras sobre botánica más importantes de la antigüedad, dice que el olivo no podía prosperar nunca a más de trescientos estadios de las orillas del mar.



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