Las comarcas de la Marina, la Alta y la Baja, cargan con todos los estigmas de la etiqueta “sol y playa”. Pero a poco que se dé la espalda al mar —sin olvidar que ambas comarcas tienen algunas de las mejores calas de la provincia—, nos encontramos con perfumadas huertas, un paisaje montañosos, pueblos a la suficiente distancia de la toalla para no verse maleados por las lluvias de likes en Instagram, y una gastronomía de altura.
Hubo un tiempo en que en La Marina se vivió de espaldas al mar, cuando la población estaba pendiente del punto de maduración que llevaba a la uva a convertirse en pasa. Salpicados por la comarca todavía se mantienen en pie algunos riuraus, la construcción payesa fruto del esplendor que trajo el comercio de la pasa. Hoy están más pendientes del turista, si acaso también de la pesca que todavía tiene fuerte presencia en algunas de las localidades de la comarca. Es el caso de Dénia, que lleva la gamba roja hasta las mesas más cotizadas del país. Como la de Quique Dacosta en su restaurante de la urbanización El Poblet, que tras un necesario parón para trabajar en las novedades para la carta de 2014, vuelve a abrir sus puertas en los próximos días.
El barrio de Baix a la mar todavía conserva el ambiente pesquero; casas de colores, tabernas y garajes llenos de redes y aparejos. Esta parte del Levante alberga algunos de los iconos más reconocibles por todos aquellos que se pasan once meses al año pensando en sus vacaciones.
El peñón de Ifach (Marina Alta) y Altea (Marina Baixa), con la cúpula de su iglesia, han abanderado durante muchos años la marca Costa Blanca. Pero sabio es el refranero español respecto a lo de criar la fama. La verdadera lana la cardan en la ruta de los Miradores, que parte desde Jávea y va recorriendo el cabo de San Antonio, la factoría romana de salazones en Punta del Arenal, las calas Blanca, Barraca, Granadella y la nudista Ambolo, o el Cabo de la Nau y Punta Falzia, con vistas a la isla del Portitxol.
Dénia es, junto con Altea, la localidad de estampa elegante de la costa alicantina. La antigua Dianium fue creciendo al abrigo del Montgó, un macizo declarado Parque Natural en 1987 y que ofrece numerosas rutas a los que gustan del senderismo. También tiene un amplio surtido de playas, desde las de fina arena en Les Marines hasta la muy rocosa de Les Rotes.
En el interior de la comarca nos encontramos con un conjunto de valles y pequeños pueblos de estampa rural. Son tierras con algunos buenos apuntes de historia. En el siglo XIII, el caudillo Al Azraq, el de los ojos azules, ejerció su poder sobre toda esa zona y encabezó las sublevaciones contra Jaime I. Muy cerca del barranco del Infierno, apodado la Catedral del Senderismo, está el Valle de Laguart, en el que encontramos encajadas las localidades de Benimaurell, Fleix y Campell, esta última de las de postal perfecta. El caserío se amontona entre campos de cultivo sin perder de vista el mar.
Uno de los mejores momentos para visitar esta zona de la comarca, más allá de que en cualquier mes del año apenas se acerca la clase de turismo que tiene parcela asignada en la playa, es en primavera. La explosión de los cerezos que han dado fama al valle de Gallinera, cubre con un tapiz de flores los campos del interior de la Marina Alta.
La carretera que va hasta el valle de Ebo ya es motivo suficiente para ponerse al volante, por la sucesión de vistas panorámicas que va ofreciendo tras cada curva, hasta llegar a la cueva del Rull, una de las pocas que quedan en el Levante que aún continúa formándose.
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