La ceremonia budista de recogida de limosna, la navegación por el Mekong al atardecer, las delicadas telas tejidas de manera artesanal, los antiguos templos. Todo ello hace de Luang Prabang una de las ciudades más interesantes del Sudeste Asiático. Pero también es una ciudad que te obliga a respirar, sobre todo a la hora en que el sol no te permite estar en la calle. Es entonces cuando se hace necesario un hotel como la Maison Souvannaphoum, que sin salir de la calle principal de la ciudad, por lo tanto a muy poca distancia a pie de los principales atractivos, es como una isla en la que refugiarse del calor y de las horas de exceso de visitantes.
Hasta 1972, fue la residencia del cuatro veces Primer Ministro de Laos, el príncipe Souvanna Phouma. En el edificio principal, en el que se encuentra la recepción y el restaurante, hay cuatro habitaciones, obviamente las más grandes y que fueron usadas por el mandatario, su familia y los invitados. En otro edificio de dos plantas se reparten veinte habitaciones más. La arquitectura colonial francesa es la que manda en todo el hotel, pero son los elementos artesanales laosianos los que acaban de darle el encanto, como las telas que decoran las habitaciones, tanto en la cama como en cuadros expuestos sobre los cabezales. Cada mañana, las camas aparecen con algunas flores del franchipán —la nacional de Laos— sobre las sábanas. Las habitaciones de la planta baja tienen salida a una pequeña terraza con mobiliario de madera y vistas al jardín.
La atención en recepción es espectacular, te sientas a hablar con el recepcionista y ves cómo tiene todo controlado: sabe si sales por tierra o por aire y te confirma la hora de traslado el día del chekout, tienes hora en el Spa y él mismo te explica los diferentes tipos de tratamiento y te da a escoger entre tres diferentes y también entre tres aromas para el masaje: naranja, pino o eucalipto. Escogí el tratamiento Fusion con el aroma de eucalipto, que siempre me recuerda a la costa de mi Asturias natal.
En cualquier rincón del hotel encuentras composiciones florales, de complicadas formas geométricas. El Spa no iba a ser menos, a la entrada de las cabinas había una fuente decorada con pétalos de cálidos colores. El masaje fue de los mejores que he experimentado nunca, con la presión justa, la incidencia en las zonas que la terapeuta encontraba delicadas, el aroma de la sala. Un imprescindible si te alojas en la Maison Souvannaphoum. Otro paso obligado es por la piscina, en un discreto rincón con vistas al edificio grande, al restaurante y al jardín tropical.
Me gustó mucho la gastronomía del hotel, desde el desayuno donde también se deja ver la mezcla entre lo francés y lo laosiano, con cruasanes acompañados de mermeladas y zumos de frutas tropicales, hasta el servicio de restaurante. Para cenar pedí el menú degustación que ofrecen, ahora sí 100% cocina laosiana. Son casi una docena de platillos, de los que seguro que sobrará comida, que vienen servidos en una barcaza para que puedas ir degustándolos poco a poco. El que más me gustó fue el curry de pescado del Mekong con leche de coco. El menú degustación es un capricho que se puede dar cualquiera, su precio es de poco más de 20 euros.
En la tienda del hotel se pueden adquirir telas de Laos de alta calidad, tejidas por mujeres en los pueblos de la ribera del río Mekong. También algo de ropa y los clásicos recuerdos y postales.
El hotel Maison Souvannaphoum está gestionado por The Banyan Tree bajo su marca Angsana.
Texto: Rafa Pérez / Fotos: Òscar Domínguez y Rafa Pérez
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