En el año 1952, Pablo Neruda pasó seis meses en la isla de Capri. Fueron algunos de los meses más felices de su vida, pese a que venía de una racha de infortunios varios. El poeta arrastraba una orden de expulsión de Italia, revocada en el último momento por la intercesión de un grupo de intelectuales que lo rescataron de brazos de la policía en la estación de tren de Roma. El historiador Erwin Cerio le mandó un telegrama invitándole a hospedarse en su villa de Capri. Cerio estaba seguro de que la isla era el locus amoenus que Neruda necesitaba para volver a escribir, no en vano pensaba que Capri era la obra maestra de Dios.
Pablo Neruda llegó a la isla una noche de invierno, en la que la sensación irreal de los sueños se le hizo más grande. Caminando entre casas blancas y mudas, callejones estrechos y verticales, llegaron hasta el que iba a ser su hogar. Y digo llegaron porque lo primero que dijo el chileno al poner un pie en la isla fue que le acompañaba Matilde Urrutia y que no era su esposa. Cerio le dijo que mucho mejor, que los matrimonios pelean demasiado.
En Confieso que he vivido, Neruda dejó escrito que a esta isla recóndita, pedazo de tierra seca, de rocas azotadas por el sol y flores diminutas, sólo se podía entrar tras desprenderse de la etiqueta de turista. Sólo entonces era posible encontrarse con el Capri popular, de pequeñas viñas, gente modesta y trabajadora y encanto absorbente. El secreto estaba en saber dónde servían buen vino y dónde vendían las aceitunas que comían los de Capri.
Decía que, probablemente, detrás de las murallas palaciegas ocurrían las novelescas perversidades que se escribían en los libros —seguramente en alusión a las orgías del barón Fersen en Villa Lysis—. Pasó aquellos días en Capri ajeno al lujo y a la lujuria, condiciones implícitas en el destino insular, aunque no deja de ser curioso que dos comunistas como Lenin y Neruda pasaran en Capri algunos de sus mejores días.
El poeta volvió a escribir, terminó el libro Los versos del capitán que se publicó bajo anonimato no por motivos políticos sino para no herir la sensibilidad de Delia del Carril, de la que se estaba separando y que había sido su compañera durante más de 18 años.
Junto a Matilde, en sus horas libres, daba largas caminatas hasta Anacapri. Volvían una y otra vez a la plaza principal que les dio la bienvenida, con sus callejuelas, su pequeña iglesia y la escalinata. Plaza que siempre les pareció un escenario rodeado de las terrazas de los cafés. También bajaban a ver la calma del mar en Marina Piccola, para pasear por la playa. Camino al emblema de Capri, los farallones, encontramos una placa con las palabras que Neruda dedicó a la isla: “Capri, reina de roca, en tu vestido de color amaranto y azucena viví desarrollando la dicha y el dolor, la viña llena de radiantes racimos que conquisté en la tierra”. También hubo versos, muchos, para Matilde, La pasajera de Capri, la mujer con sabor a una flor que conozco, en palabras del poeta. La luna llena los casó, puesto que la tierra no podía, y Pablo entregó a Matilde un anillo con la inscripción: “Capri, 3 de mayo, 1952, Su Capitán”.
Qué buen relato Rafa y qué buenas sensaciones me dan siempre las islas del Mediterráneo, cada una a su manera, con su historia y sus bondades. Quien pudiera en un viaje por ellas, en un barco sin rumbo, por una eternidad si hace falta.
¡Un saludo!
Muchas gracias, Víctor. Suena muy bien lo que dices 🙂
Muy interesante conocer la paz que debió sentir Neruda en la isla. Capri debe ser uno de esos lugares ideales, si de verdad los hay, en donde escribir…
Saludos
Efectivamente, Elena, Capri es un lugar maravilloso a la hora en que los turistas que vienen en visita de un día, regresan a Nápoles. Es entonces cuando la tranquilidad de la isla invita al paseo o a escribir.
Estupendo reportaje. Siguiendo el hilo del poeta chileno no sé si visitaste la cercana isla de Procida; en ella se rodó la película “Il postino” (El cartero y Pablo Neruda). Es muy gratificante tomarse un vinito fresco en la misma cantina donde se rodaron muchas de las escenas.
Un abrazo.
Sí, Antonio, también visité Ischia y Procida, pero esas las dejo para otro artículo 😉
Ayer. 27 de abril de 2014 conoci la isla de capri, tiene razon al decir que una vez que se van los turistas debe ser distinto, porque ahora es un mercadeo de articulos chinos. turismo.
En efecto, Emilio, es una isla completamente diferente cuando cae la tarde y se marchan los últimos ferris.
Rafa, q lindo relato! Sabes si es posible conocer la casa en q vivió Neruda en la isla?
Hola Claudia, no es posible visitar esa casa, pero sí seguir los itinerarios que hacía por la isla.
Saludos.
Soy una gran admiradora de Neruda y me encanta la pasión con que relata lo que ve y lo que siente.¡Un grande!!
Un relato breve y muy bonito. Muchas gracias por acercarnos un poco más al gran Neruda. Espero algún día emular al poeta, cuadernillo en ristre, de la mano de mi mujer porque me encantan las islas del Mediterráneo.
Gracias.
Muchas gracias por tu comentario. Ojalá tengas la oportunidad de visitar Capri algún día.
Ayer fui turista en Capri, pero me arrepenti de no dedicarle mas tiempo , es un lugar que cuando llegas te encanta , luego tomas el funicular y ves esas callecitas llenas de negocios donde se mezclan tiendas carisimas y no caras, donde ves mucho turista comiendo tomando un helado.. pero como dice Rafa ser mejor disfrutas de su calma cuando todo esto se acaba.. me gustaria vivir al menos un mes en este sitio encantador.. Cuando me dijeron que Pablo Neruda vivia alla me trajo al recuerdo un poco de Isla Negra…
Hola, Ángel:
Estoy seguro de que si aluna vez le dedicas un poco más de tiempo, verás esa otra cara de Capri.
Saludos.
saludos rafa, relato sencillo y de buen gusto, las fotos exquisitas ,gracias por compartirlo
Muchas gracias, Juan Carlos.
Saludos.
Estuve en Capri en mayo pasado y fue un paseo delicioso, su clima y su vegetación en ese lugar tan escarpado, lleno de limoneros y gente muy amable. Gracias por traer de regreso a mi mente el olor del mar.
Gracias por compartir estos hermosos fotos, la isla de Capri es pura magia. Pero no debemos romantizar Neruda asi, yo adoro su poesia pero es obvio que su tiempo en Capri era una tipica etapa en la vida de un elitista, viviendo muy comodo, con mucho vino, sin tener que preocupar como el resto de la humanidad sobre esas obligaciones diarias de pagar renta, poner comida en la mesa, y cuidar a los ninos. El escribio tanto sobre los pobres de la tierra pero la verdad es que nunca se ensucie las manos. El uso’ su tiempo en Capri para escribir poesia maravillosa, pero nunca tenia tiempo para ofrecer voluntario en un hospital o escula para ensenar, o pasar tiempo en un barrio pobre. Era mas conveniente escribir sobre esas batallas y luchas de una distancia segura en lugar de participar en la linea frente.
Admito que no puedo botar a la basura los libros que tengo de Neruda, y le considero quizas el mas grande poeta del siglo 20, Pero como hombre, no veo mucho que admirar.