La provincia de Alicante cuenta con más de un centenar de castillos, fortalezas y torres, huellas de un pasado en que el valle del Vinalopó fue codiciada tierra de paso. Estas comarcas guarda con celo algunos de los mejores ejemplos de esta arquitectura de origen árabe. Sucesivas reformas llevadas a cabo con el tiempo, después de la expulsión de los musulmanes de la Península, han modificado bastante su aspecto.
El río Vinalopó sirve como guía, enhebrando los mejores ejemplos de esta arquitectura defensiva. Un río que, tras intentar dar de beber a todo el valle que comunica la meseta con el litoral, pierde sus fuerzas y muere en la huerta de Elche, cerca de las salinas de Santa Pola, sin haber conseguido llegado al mar. Los castillos se construyeron en cerros —con la intención de defender caminos y poblaciones y establecer un sistema de comunicación entre ellas— desde los que se dominaba un amplio territorio. A sus pies fueron creciendo, de manera concéntrica, pueblos de empinadas callejuelas.
De norte a sur, la ruta está integrada por la localidades de Banyeres de Mariola, Villena, Biar, Onil, Castalla, Sax, Petrer, Elda, Novelda, Elche y Santa Pola.
Empezando por el norte, algunas de las primeras localidades de la ruta, como Banyeres de Mariola, Onil y Castalla, no están dentro de la actual demarcación de las tres comarcas del Vinalopó, sino en Las Hoyas, pero por la importancia de sus castillos merecen integrar el recorrido.
Algunos de los castillos no coronan las poblaciones, sino que están integrados en el casco antiguo. Es el caso de Elche, Santa Pola y Onil. Pero la mayoría esperan en sus cerros a que los viajeros suban las empinadas calles para visitarlos. Están convenientemente restaurados y permiten la visita donde muestran mampostería, arcos de medio punto, puertas adinteladas, almenas, sillería, barbacanas, aljibes, patios de armas y demás detalles de estas construcciones defensivas.
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