Durante años, una de las secciones que las revistas de viajes en las que he colaborado solían publicar era “Una habitación con vistas”. Meter al hotel Explora Salto Chico en esa sección sería injusto para el resto de hoteles. Se puede decir, sin miedo a equivocarse, que las de esta singular alojamiento en la Patagonia chilena son “LAS VISTAS”.
Uno de los guías del hotel me va explicando las diferentes excursiones a las que me puedo apuntar: cabalgadas, caminatas, experiencias con los gauchos, asados. Sigue hablando y sus palabras cada vez me suenan más lejanas; no es por descortesía, es que a través de la ventana recibo las vistas del imponente macizo con los Cuernos del Paine. La situación se repitió más veces a lo largo de los días en que me alojé allí. La mesera me preguntaba por el vino que deseaba tomar y yo miraba por la ventana, los amigos me contactaban por Whatsapp y ni siquiera escuchaba las notificaciones. Daba igual que la imagen desapareciera por completo, esperaba a que volviera. En el mismo día vi el macizo con tiempo nublado, soleado y con una niebla tan cerrada que lo hacía desaparecer.
El hotel Explora Salto Chico se encuentra al borde del lago Pehoé, en el Parque Nacional Torres del Paine, extremo sur de la Patagonia chilena. El camino en coche desde Punta Arenas, donde había acabado mi viaje en el Stella Australis, es largo, pero el hecho de que los paisajes que se suceden en la carretera te dejen sin aliento acorta las distancias. La inmensidad de la estepa patagónica, la luz cambiante y los primeros guanacos correteando, nos acompañan hasta la puerta del hotel.




Mi habitación, Cordillera Paine se llama, está decorada con madera de tonalidades claras y azuladas, la enorme cama está vestida con suaves sábanas y mullidos almohadones. La enorme ventana, siempre hay una ventana en el alojamiento, que va de lado a lado de la pared me hace pensar que, pese a la comodidad de la cama, no iba a ser fácil conciliar el sueño; pero por voluntad propia, quién era capaz de dormir con esas vistas. Llegada la noche, comprobé que era mucho más sencillo conciliar el sueño de lo que a priori pensaba. Eso sí, amanecí pronto y allí estaba, ya se intuía el macizo antes incluso de que la primera luz del día repasara su cresta. No desaparecían las vistas ni desde el baño, pisando descalzo en el cálido suelo de pizarra empecé con las tareas del aseo matutino, mirando a la montaña a través de una pequeña ventana.




Esa mañana, cuando por fin conseguí centrarme un poco en el mapa que me enseñaban los guías del hotel, escogí las excursiones que iba a realizar durante los próximos días: la caminata al glaciar Grey, regresando en navegación por el lago; la subida a la base de las Torres, y una cabalgada con los gauchos para acabar con una comida en el Quincho en la que no iban a faltar las empanadas, el asado a la estaca y varias rondas de mate al calor del fuego. Durante los siguientes días, iba a aprender a reconocer las lengas, saber qué pequeños frutos eran comestibles; vi desprenderse pedazos del glaciar y supe cuál era el color azul berilo que mencionaba Darwin para referirse a los glaciares. También di las gracias cuando al llegar a la base de las Torres del Paine el cielo se abrió durante algunos minutos, permitiéndome hacer una de las fotos más impresionantes de mi viaje por el sur de Chile.
Los agotadores días de excursiones terminaban en la sauna de la Casa de los Baños, con rápidas entradas en las frías aguas del lago para seguir el correcto proceso del paso por la sauna. Por la noche, si el tiempo lo permite, sucede la magia: aparecen todas las estrellas en el firmamento. Para ser precisos, todas las del Hemisferio Sur, como la Cruz del Sur y mi querida constelación de Orión, con la particularidad de verla al revés de lo que estoy acostumbrado.



La experiencia del Explora Salto Chico se completa con una excelente gastronomía, una carta de vinos chilenos, vinos que alcanzan mayores cotas de calidad cada día; y la posibilidad de pasar de vez en cuando por el bar para tomar un pisco sour, que allí me parecía el mejor que había tomado nunca. Había una cosa segura, era el pisco sour con las mejores vistas posibles.


1 Comment