Te despiertas, tienes todo el día y toda la región de Flandes por delante. Eres más de Van Eyck que de Hergé, aunque no puedes negar que aquellas lejanas tardes con Tintin te impulsaron a viajar en más de una ocasión. Te emociona más la media docena de ostras que los mejillones con patatas fritas y prefieres la suave cadencia del pedaleo en bicicleta, el viaje sin mapa y sin prisas, al tour organizado. Hemos viajado con ese espíritu por Flandes, de día, de noche, y estos son nuestros planes favoritos.
Visitar a los primitivos flamencos
Nos han enseñado geometría, manejo de la perspectiva y psicología del retrato. Consiguieron transportar el detallismo de una miniatura al lienzo de gran formato. Es imposible no emocionarse con las obras de los pintores flamencos. Los buenos dineros que se movieron en Flandes, durante los siglos XV y XVI, facilitaron el encuentro y desarrollo de la pléyade de los pinceles, especialmente en Brujas. Podemos ver algunas de sus mejores obras en el museo Old Masters, integrado en los Reales Museos de Bellas Artes de Bruselas; en el museo Groeninge y en el Hospital de San Juan (Sint-Janshospitaal), en Brujas; y en el MSK de Gante. Por cierto, los maestros flamencos descansan el lunes.
Curiosear en las casas Art Nouveau
No hay arquitectura más sensual ni nacida con un propósito más noble: reivindicar el trabajo artesanal, la mano del hombre frente a la maquinaria que trajo el desarrollo industrial de finales del siglo XIX. Amberes y Bruselas son las dos ciudades con más edificios Art Nouveau. Generalmente, nos tenemos que conformar con ver la piel, la fachada, exceptuando algunas pocas casas que permiten la visita como la casa-taller de Victor Horta. Pero cada dos años se obraba el milagro: durante la Bienal Art Nouveau un número importante de casas abrían sus puertas. Hablamos en pasado porque desde este próximo 2017 vamos a estar de enhorabuena, la bienal pasa a llamarse BANAD (Brussels Art Nouveau & Art Deco Festival) y tendrá carácter anual. Otros dos apuntes: el museo Fin-de-Siècle (Fin de Siglo), en Bruselas, es un buen complemento a la visita a los edificios. Y la estación central de Amberes es de acceso libre.
Sucumbir (varias veces) al placer del chocolate
Sobre la piel, esnifado o del modo tradicional, comiéndolo. No podremos escapar del aroma y sabor del chocolate. Como dijo Oscar Wilde, la mejor manera de evitar la tentación es caer en ella. Nos vamos a encontrar con chocolate —de muy alta calidad— con frecuencia, en cada una de las ciudades flamencas: Marcolini, Wittamer o el clásico Godiva en Bruselas o el del revolucionario Dominique Persoone en The Chocolate Line, Amberes y Brujas. Si somos un poco “cocinillas” y lo que nos va es meter las manos en la masa, podemos apuntarnos a algunos de los talleres de elaboración de chocolate y bombones que organizan en las principales ciudades flamencas.
Hacer caso a las recomendaciones de la Unesco
Tres son nuestros preferidos entre los bienes flamencos inscritos en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Hay que subir a un campanario: mastodóntico el de Malinas, delicado el de Brujas, bellísimo el de Gante. Están situados en las principales plazas y las vistas de las ciudades desde allí arriba son espectaculares.
Nos gusta pasear por los beaterios después de comer, con tranquilidad. Son lugares que acogieron a las beguinas, mujeres devotas que dedicaron su vida a ayudar a los más necesitados. Los beaterios transmiten una paz absoluta. El de Brujas, con un jardín en el que crecen los narcisos, es precioso. Pero nos puede un poco más el de Lovaina.
Amamos el olor del libro —que todavía no han conseguido los ebooks—, de la tinta y el sonido que hacen las hojas al pasar. Como buenos adoradores de las buenas ediciones e impresiones, no podemos dejar de visitar el museo Plantin-Moretus. Las familias que dan nombre al espacio tuvieron la exclusiva de la impresión de todas las Biblias en castellano, derecho otorgado por Felipe II. Además de ver cómo vivían las familias pudientes en el Amberes de los siglos XVI al XVII, podemos acercarnos a dos verdaderas joyas: las dos imprentas más antiguas que se conservan. Después de la visita, no volverás a mirar con los mismos ojos a tu iPad.
Compras para foodies
¡Lo que nos gusta un buen mercado y una buena tienda gourmet! Por aquí, que podríamos vivir a base de queso y buen vino, nos vuelve locos Elsen, en Lovaina. Compran los quesos jóvenes a los mejores productores, los maduran y afinan en las bodegas abovedadas del sótano de la tienda. La filosofía de Fried Elsen es la de conocer al productor, su historia y su entorno, para darle al queso la personalidad que merece. Si es viernes, no se puede salir de la ciudad sin pasar por el mercado: embutidos de pequeños productores, miel, patés, gente cocinando alguna cosa en el momento. Damos un salto hasta Gante para comprar un bote de mostaza extra en Tierenteyn-Verlent, que la lleva produciendo con la misma receta, por supuesto de manera artesanal, desde el siglo XIX. Si no podemos esperar a llegar a casa para probar la mostaza hay que ir a buscar una hogaza de pan de Himschoot, la panadería más antigua de Gante, y darle al asunto del unte.
Un traje a medida
Aquí podríamos tirar de paráfrasis para decir “de aquellos paños estas telas”, de la tradición textil que llenó las arcas de Flandes al éxito internacional de sus creadores más conocidos, encabezados por los Seis de Amberes: Marina Yee, Ann Demeulemeester, Dirk Bikkembergs, Dries van Noten, Dirk van Saene y Walter van Beirendonck. En Amberes podemos visitar sus tiendas, pero también la de creadoras como Anna Heylen, especializada en ediciones limitadas y piezas únicas; o Graanmarkt 13 que, además de ropa, vende objetos de decoración, da de comer y tiene espacio expositivo. Para sastrería a medida está Café Costume. Si saltamos hasta Bruselas, hay que darse una vuelta por las tiendas de la avenida Louise.
Paseo en barca privada por los canales de Gante
Los canales de Brujas están muy bien, pero eso de visitarlos en una barca con dos docenas de personas más no es para nosotros. En Gante podemos contratar los servicios de un barquero en exclusiva y navegar por los canales de la ciudad —que no tienen nada que envidiar a los de Brujas— mientras tomamos una copa de vino. Además, está garantizado que el barquero será discreto y no se arrancará con el O sole mio como los gondoleros venecianos.
Una parada para sibaritas
Tanto paseo abre el apetito, queremos algo para picar, quizás algo para beber, y seguir de ruta. Pero no nos sirve cualquier cosa. Todas las mañanas se celebra un mercado de flores en Gante, en Kouter. Comprar unas rosas o unas violetas es muy romántico, pero aquí hemos venido a comer. En una de las esquinas de la plaza está De Blauwe Kiosk (Quiosco Azul), donde podemos tomar media docena de ostras por diez euros. Para el aperitivo antes de la comida nos gusta la Champagnothèque Beaubbles. Tuvieron su local, durante tres años, en las Galerías Reales Saint Hubert de Bruselas. Recientemente han trasladado sus 150 marcas de champagne, sus catas y sus cursos de degustación a pocos metros de allí, en la calle de la Madeleine.
Pedalear por la campiña
Tanto Brujas como Gante son ciudades en las que es fácil salirse del mapa, sobre todo si vamos pedaleando. Es muy aconsejable extender los límites del paseo a la campiña que rodea las ciudades. En el caso de Brujas podemos ir hasta Damme y Oostkerke, dos pueblos con mucho encanto. Pedalearemos junto al canal, cruzando campos de labranza y molinos. En Gante nos gusta el paseo hasta el castillo de Ooidonk. Por su construcción y situación, junto a un meandro del río Lys, nos recuerda a los castillos franceses del Loira. Podemos visitar el interior y dar un agradable paseo por sus jardines.
Ver las últimas tendencias en arquitectura
Zaha Hadid no ha podido ver nacer a su última criatura, la Port House (Casa del Puerto) en Amberes. El edificio parte de la antigua estación de bomberos, rediseñado totalmente con un guiño a la actividad del diamante —una buena parte del comercio del preciado mineral pasa por Amberes— mediante una estructura de cristal y a la actividad portuaria, con una forma que recuerda al casco de un barco. La arquitectura contemporánea tiene otro dos grandes iconos en la ciudad: el MAS, junto al río Escalda, obra del despacho de arquitectos Neutelings-Riedijk y el Nuevo Palacio de Justicia, del arquitecto Richard Rogers.
Si quieres más información visita la página de Turismo de Flandes.
Foto Godiva y De Blauwe Kiosk © Felix Lorenzo
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