En Kamaleon estamos dispuestos a todo para acercar el mundo a nuestros lectores, incluso hemos sido capaces de leer Inferno de Dan Brown para conocer sus localizaciones. Como libro es el clásico best seller de dos tardes, de tres visitas al excusado. Fácil, sin complicaciones. Como guía para recorrer las ciudades protagonistas es algo menos básica que como aporte a la literatura, pero claro, en esos básicos o esenciales de las ciudades que recorre están algunos de los lugares más impresionantes de Europa. Y es que hablamos de Florencia, Venecia y Estambul. Ahí es nada. Lo que sí hay que agradecerle a Dan Brown es un exhaustivo estudio de todos los monumentos en los que se adentra el profesor Robert Langdon, describiendo cada detalle –que presuponemos cierto– con una minuciosidad exquisita. Había que llenar 600 páginas.
Así que entramos en el Inferno de Brown para viajar por sus ciudades.
Florencia
Tras leer el libro, lo primero que hay que hacer es olvidarse de que la acción transcurre en un día, tiempo totalmente inverosímil en el que nos llevan de viaje por las tres ciudades. Las tres ciudades requieren pausa y buena cintura para practicar el regate con los turistas. La historia comienza en Florencia, en un hospital donde Robert Langdon se recupera de una supuesta herida de bala. Tras las presentaciones con la enfermera Sienna Brooks, la compañera que todo James Bond o protagonista de un libro de Brown debe tener, empieza la acción con una huida de película. Por una ventana, el profesor Langdon reconoce el perfil de Florencia, una imagen parecida a la que se puede ver desde la plaza Michelangelo.
La obra Mapa del Infierno de Botticelli es, valga la redundancia, el mapa que da las primeras pistas a los protagonistas para resolver el misterio. Representa la caída al Infierno, la primera de las tres partes de la Divina Comedia de Dante. El cuadro de Botticelli es una obra ciertamente extraña si la comparamos con otras del mismo autor, como El nacimiento de Venus o La Primavera. Todas ellas están expuestas en la Galería de los Uffizi.
La figura de Dante está presente en toda la historia, a través de menciones directas a alguno de los versos de la Divina Comedia o con referencias a pinturas, esculturas y máscaras del poeta. En la plaza de la Santa Croce hay una estatua, en la galería al aire libre que da acceso a la Galería de los Uffizi hay otra estatua y en el interior del Palazzo Vecchio encontramos la máscara mortuoria de Dante, una de las pistas que siguen los protagonistas.
Tras ver la imposibilidad de entrar a la parte antigua de la ciudad, Robert y Sienna se esconden en los jardines Boboli hasta que el profesor recuerda que hay una conexión entre el Palazzo Pitti y el Palazzo Vecchio: el corredor Vasariano. No se le presta demasiada atención cuando paseamos por Florencia, pese a que seguro que hemos caminado bajo él. La galería con arcos que llega hasta el Ponte Vecchio sujeta el corredor, que pasa por encima mismo del puente más famoso de la ciudad, donde ya sólo hay joyerías y candados de las parejas que se juran amor eterno de esta absurda y contaminante manera. Hay posibilidad de hacer una visita privada —bastante cara— al corredor Vasariano.
Antes de entrar en el Palazzo Vecchio, Langdon nos habla de la torre almenada y del falso David que hay a la entrada –más tarde lamenta no visitar el verdadero–, que junto a Hércules, Caco y los sátiros de Neptuno, suman una docena de penes recibiendo a los visitantes. Una vez dentro del Palazzo Vecchio se dirigen al salón de los Quinientos, buscando las palabras Cerca Trova en el cuadro de Vasari La batalla de Marciano. La siguiente pista o pieza clave en la trama es la máscara mortuoria de Dante.
Del exterior habla de los leones Medici como su escultura favorita de la Loggia de la Signoria o dei Lanzi, la galería de esculturas al aire libre junto al Palazzo Vecchio. Creo que son mucho más interesantes tanto el Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini como el Rapto de las Sabinas de Giambologna.
La acción se traslada a la plaza del Duomo, con dos lugares clave: la propia catedral de Santa Maria del Fiore y el baptisterio de San Juan. El autor describe el campanario de Giotto, la combinación de mármol rosa, verde y blanco de las paredes de la catedral y hace subir al protagonista, pese a su claustrofobia, a la cúpula de Brunelleschi donde admira el extraordinario fresco de Vasari en el interior de la misma.
Langdon encuentra la entrada al baptisterio de San Juan a través de la Puerta del Paraíso, buscando la máscara mortuoria de Dante en el lugar en el que probablemente fue bautizado el poeta. La puerta, obra de Lorenzo Ghiberti y bautizada así por Miguel Ángel, es una réplica. La original vuelve a exponerse al público, tras 27 años de trabajos de restauración, en el museo dell’Opera de Santa Maria del Fiore. Si excepcional es la puerta, no lo es menos el interior del baptisterio. Más de un millón de azulejos smalti, silicio cristalino tallado a mano, dibujan seis círculos concéntricos que representan escenas de la Biblia.
Otros de los lugares de Florencia mencionados en el libro son la iglesia de Santa Margherita dei Cerchi, donde está enterrada Beatriz Portinari, el amor imposible de Dante; la torre de la Badia, el libro empieza allí con el suicidio de Bertrand Zobrist, el malo malísimo; y el Palacio del Bargello, que alberga el Museo Nacional con una impresionante colección de arte, destacando la escultura con algunas obras de Miguel Ángel, como Baco ebrio o el Bruto. Como dice el propio Robert Langdon en el libro: “Si uno sabe dónde mirar, Florencia es el paraíso”.
Venecia
Tras coger un tren en la estación de Santa Maria Novella de Florencia, la pareja protagonista se planta en Venecia. En un taxi privado, una de esas lujosas embarcaciones de caoba, recorren el Gran Canal hasta el embarcadero de San Marcos. Entre góndolas, no sin poco esfuerzo, consiguen atracar. Una frase del libro para subrayar: Los sonidos de Venecia no se parecen a los de ningún otro centro metropolitano del mundo.
Un obsesión, la máscara de la peste, aparece en las pesadillas y recuerdos de Langdon. Ese tipo de máscaras es de las más peculiares entre las utilizadas en el famoso carnaval. Siguiendo las pistas “caballos sin cabeza” y “huesos de los ciegos” tratan de dar con uno de los dux venecianos para que les permita seguir avanzando en las investigaciones. Tras cruzar la Piazzeta, están en la plaza de San Marcos. El profesor recuerda un par de veces los paseos que solía hacer, cuando iba con algo más de tiempo, desde la Riva degli Schiavoni hasta el Arsenal, un paseo que, como el resto de la ciudad, va perdiendo turistas a medida que te alejas de San Marcos.
Tres son los puentes que menciona: dos de ellos en el Gran Canal, el puente de los Descalzos (degli Scalzi), y el puente de Rialto. El otro es el conocidísimo puente de los Suspiros, lugar de peregrinación de parejas de todo el mundo, parejas a las que les quita la ilusión saber que los suspiros provenían de los presos de la cárcel que había en los bajos.
De la plaza, el salón de Europa, menciona el Campanile de San Marcos, la torre dell’Orologio con el león alado a los pies del reloj, león que sostiene un libro abierto con la inscripción Pax tibi Marce evangelista meus (La paz sea contigo Marcos, mi evangelista), los cafés y las palomas que tanto daño han hecho al patrimonio de Venecia.
En la basílica de San Marcos nos muestra el Pala d’Oro, una de las obras de orfebrería más complejas del arte bizantino, y la curiosa escultura de los Tetrarcas, a la que le falta un pie. Fue robada del Gran palacio de Constantinopla en 1204 y cuando en el año 1960 fue encontrado el pie, los turcos no quisieron mandarlo a Venecia. Pero la clave de la trama son los caballos de la fachada de la basílica, los caballos viajeros. Robados en el mismo saqueo que los Tetracas, se instalaron en Venecia en el año 1254, pero Napoleón se los llevó a París en 1797. Tras la derrota de los franceses regresaron a San Marcos. Los actuales son una réplica, en el museo del interior de la basílica se pueden ver los originales. El collar que muestran alrededor del cuello sirve a Langdon para dar con el dux que buscaban. Dice que tuvieron que cortarles la cabeza para su traslado –parece ser una licencia del autor porque no hay información al respecto– y el responsable de ello fue el dux Enrico Dandolo, que era ciego. Por lo tanto había que buscar su tumba, había que trasladarse a Estambul.
Hay más lugares mencionados en el libro. Por supuesto, si hablamos de los dux venecianos sale el Palacio Ducal. También el Casino, Ca’Pesaro, la iglesia de San Geremia y San Simeone Piccolo. La directora de la OMS también menciona el museo del Cristal en la cercana isla de Murano.
Estambul
Llegamos al final de este “si hoy es martes, esto es…” que representa el tour por tres de las ciudades más fascinantes de Europa en un solo día. La tumba de Henricus (Enrico) Dandolo está en Estambul, en el interior de Santa Sofía. Tras poner la oreja en la lápida intentando oír el rumor del agua que ha de darle la pista final, el guía le dice que ese rumor lo puede escuchar en toda la ciudad, que por el subsuelo van los conductos que recogen el agua que antiguamente se dirigía a cisternas como la de Yerebatan Sarayi (palacio sumergido), también conocida como Yerebatan Sarnici (cisterna sumergida). Langdon piensa que va tras un virus que se propagará por el agua, pero cuando le cuentan que Yerebatan ya no distribuye agua por la ciudad, cae en que es un virus que se propagará por el aire. En la cisterna se representa un ciclo de conciertos nocturnos, dirigido principalmente a turistas. Suena la Sinfonía Dante de Liszt entre el majestuoso bosque de columnas mientras buscan el lugar donde está escondida la bolsa con el virus: frente a la cabeza invertida de Medusa que sujeta una de las columnas. En la esquina noroeste de la cisterna hay dos medusas, una invertida y la otra volteada 90 grados.
Al ver que la bolsa ya ha sido abierta se inicia una huida en estampida en la que el profesor reconoce a Sienna, que había desaparecido en Venecia al saberse descubierta, ya que había sido amante del creador del virus. Se inicia una persecución que les lleva hasta el Bazar de las Especias y, más tarde, con Sienna subida en una embarcación en Eminönü. También se mencionan, muy de pasada, la Mezquita Azul, la Mezquita Yeni o Nueva y el puente de Galata.
El virus es creado por un seguidor de la doctrina trashumanista que aboga por mejorar las capacidades del ser humano para evitar rasgos inherentes a su condición, todo con la ayuda de la ciencia y la tecnología. Trata de crear un efecto parecido al de la Peste Negra, que diezmó la población mundial, en busca de que el índice de población sea sostenible para los recursos que tenemos a nuestro alcance. Pero en lugar de muerte, este virus causará infertilidad a una parte de los habitantes del mundo.
Una última curiosidad para reflexionar: cuando Bertrand Zobrist piensa en la manera más rápida y eficaz de propagar un virus su mirada se dirige a los turistas.
Ademas de su buen articulo le agradezco la fotografía, excelente, visite Venecia este octubre y la marea de turistas iguales a mi, no permitían hacer fotografías como las suyas, gracias