Sannenzaka y Ninenzaka son dos estrechas calles peatonales cercanas al templo Kiyomizudera. Aunque el exceso de tiendas le ha dado un aspecto de cartón-piedra, es el lugar donde se pueden observar más detalles de la arquitectura tradicional que un día ocupó todas las calles de Kioto. De las tiendas de Extremo Oriente, Blasco Ibáñez dijo que no se sabía nunca dónde terminaba lo religioso y empezaba lo caricaturesco, quién es Dios y quién simple monigote para hacer reír a las gentes. Aún así, en esta zona es posible encontrar, entre recuerdos totalmente prescindibles, hermosas artesanías y tiernos peluches, como teteras —buenas— y Totoros —auténticos—.
El bosque de bambú de Arashiyama es otro circo a las horas de máxima afluencia, con decenas de tiendas abiertas, turistas en kimono buscando un metro de bambú libre para hacerse la foto y persistentes conductores de rickshaw en busca de clientes. Así que el consejo vuelve a ser el mismo: madruga o bien quédate el último para poder disfrutar del lugar. El tramo interesante más interesante de Arashiyama, donde hacer la foto, es un camino de apenas un centenar de metros en el que la parte tupida de bambú ocupa la primera fila. Los días con algo de viento o cuando la lluvia golpea las largas varas de bambú, el paseo puede llegar a ser una canción.


Para la hora de comer volvemos a Blasco Ibáñez: “Por amor a lo pintoresco y lo exótico, no diré la mentira enorme de que me parece agradable la cocina japonesa”. ¿En serio? Lo que le pasó al escritor es que le supuso un suplicio la manera de sentarse, con las piernas cruzadas o sentado sobre ellas, se encontró realmente incómodo en la mesa baja tradicional. Llega a comparar la comida, variada y repartida en pequeños platillos, con un banquete de muñecas. Casi seguro que esa incomodidad le impidió apreciar la alta calidad de la gastronomía japonesa en su justa medida. En el mercado de Nishiki podemos empezar a hacernos una idea de la variedad y la vistosidad de algunos alimentos, especialmente de los coloridos encurtidos dispuestos cobre barriles de madera. Obviamente, hay una buena muestra de variedades de arroz, alimento con el que no se juega. Educan a los niños para que a la hora de comer se acaben todo el arroz por el esfuerzo que para el agricultor supone cultivarlo. Si dejan un solo grano se quedarán ciegos, les dicen, como el mantra onanista de nuestra adolescencia pero en versión hidratos de carbono.
Kioto es un buen sitio donde probar la cocina japonesa más refinada, llamada kaiseki. Se elabora con producto de temporada, cocinada con las técnicas más adecuadas y, en ocasiones, se acompaña con algún elemento de la naturaleza, como algún tipo de hoja.
Luego están las pequeñas izakayas, las tabernas tradicionales japonesas. Tuve ocasión de comer en una de las mejores, en la que los propietarios me pidieron que no hiciera ningún tipo de publicidad —de hecho no quieren salir en la prensa de su propio país— porque es un establecimiento muy pequeño, para apenas media docena de comensales, en el que los clientes llegan por el boca a boca. Bebí sake elaborado con arroz rojo, antigua variedad recuperada para hacer el conocido licor; me rallaron el wasabi en el momento utilizando para ello un trozo de piel seca de tiburón; y pude probar un delicioso funazushi, la manera más antigua de preparar lo que hoy conocemos como sushi. Puede estar en fermentación hasta 10 o 15 años, el sabor es muy intenso, sientes una explosión en la boca. “El sushi es para gente con prisas, para los de Tokio que miran al mar. Kioto no mira al mar, se toma todo con más calma, por eso podemos fermentar el sushi”, me cuenta el cocinero. Mientras apuraba la última copa de sake empezó a llover copiosamente.
La ciudad está rodeada de montañas, lo que hace que en la zona se concentre la lluvia. Lejos de estar apesadumbrado porque la lluvia pueda espantar a los clientes, el cocinero sonríe. Es agua buena para los cultivos: “Good rice, good sake. Good beans, good tofu”.
Obviamente, no podían faltar las geishas en el libro de Blasco Ibáñez. Habla de mujeres de tristeza dulce, sonrisa consoladora, estímulo perfumado. “Obedecen a una necesidad espiritual y estética del país, en definitiva son una obra perfecta”. De sus manos dice que son poemas vivos, ondulaciones vegetales, sabiduría. La palabra geisha está compuesta de dos ideogramas, gei que significa arte, cultura, habilidad; y sha que significa persona. Por lo tanto, lejos del estigma de prostitutas que a veces se empeñan en transmitir, estamos ante una “persona culta”. En Kioto son conocidas como geikos y se las puede ver, principalmente, en la zona de Gion y en Pontocho. Viven en la okiya y sirven en la ochaya (casa de té), generalmente construcciones tipo machiya, la casa tradicional de madera más representativa de Kioto. En una de las casas de té conocí a una maiko —aprendiz— llamada Toshimoto y pude certificar cada una de las palabras del escritor valenciano. Aunque lo mejor del repertorio de gestos de una geiko llega cuando las ves caminando por la calle, como si flotaran a dos centímetros del suelo.
Aquí puedes leer la primera parte de esta artículo.
Cómo llegar. Una de las mejores opciones para volar a Japón es la que ofrece Finnair, que vuela vía Helsinki desde Barcelona y Madrid (diario) y desde Málaga (5 veces por semana). La rapidez de la escala en Helsinki hace que el tiempo total de vuelo sea inferior a las opciones de otras compañías. Sus vuelos son a Tokio, Osaka, Nagoya y Fukuoka. Es posible encontrar precios (ida y vuelta, con maleta facturada incluida) desde 555 euros en clase turista y desde 2.550 euros en business.
Dónde Dormir. Blasco Ibáñez habla de una Balada de la hotelería japonesa que algunos hoteles tradicionales tenían escrita en su entrada: Un hotel es un ciruelo / cargado de ricos frutos; / ruiseñores son los huéspedes / cobijados en sus ramas. Sin llegar a este extremo cursi, la anécdota nos puede servir para hablar de la amabilidad y educación con la que me trataron en el hotel Hyatt Regency, ubicado junto al templo Sanjūsangen-dō. Tiene el mejor olor de recepción que me he encontrado en mis viajes por el mundo. Muchas de sus habitaciones, así como el restaurante donde se desayuna, tienen vistas a un jardín zen.
Más información
Puedes encontrar completa información en español en la página de Turismo de Japón.
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