El museo Polar de Tromsø no abrió sus puertas al azar, la fecha fue muy bien escogida: el 18 de junio de 1978 se cumplían cincuenta años del día en que Amundsen dejó la ciudad a bordo del aeroplano Latham 47 para no volver nunca. El antiguo depósito de las autoridades aduaneras fue el edificio que sirvió para albergar diversas exposiciones que muestran desde la vida de los cazadores que hacían las invernadas en el Ártico —largos periodos en los que se aislaban en cabañas para dedicarse a la caza— hasta la historia de los exploradores Amundsen y Fridtjof Nansen.
La caza ha formado parte de la cultura noruega durante varios siglos. De los animales que cazaban se alimentaban y con sus pieles se abrigaban. Las primeras salas del museo están dedicadas a los pioneros del Ártico, intrépidos hombres para los que la invernada era un estilo de vida —algunos acumularon hasta cuarenta periodos invernales en condiciones extremas— que, aunque cueste creer, llevaba implícito el amor por la naturaleza. La mayoría de esos cazadores apenas ganaban dinero para sobrevivir, ninguno acumulaba grandes riquezas pero no podían dejar de hacerlo un invierno tras otro.
Durante un siglo aproximadamente, entre 1795 y 1893, se cazaron morsas, focas, renos y zorros. Más tarde, desde inicios del XX, osos polares. El principal peligro al que se debían enfrentar los cazadores no eran los propios animales, ni siquiera las temperaturas de muchos grados bajo cero, sino la enfermedad del escorbuto por la carencia de vitamina C en la dieta.
La caza de renos en Svalbard supuso casi la desaparición de la especie, primero por lo nutritiva que era su carne pero a mediados del XIX entró en juego la caza turística, en la que se abandonaba la pieza sin más tras ser abatida. Cuando Noruega asumió la soberanía del archipiélago, en 1925, se recuperó la especie pasando de menos de mil individuos a más de 10.000 en muy poco tiempo. En la sala 1 del museo se puede ver la reproducción de una de las cabañas en las que vivían los cazadores.
En la sala 2 nos explican la historia de Svalbard en los siglos XVII y XVIII. El topónimo consta de las palabras Sval que significa frío y bard que es orilla, por lo que podríamos traducir como “tierra de costa fría”. El otro nombre que recibe, Spitsbergen, significa “punta de la montaña”. También podemos ver en esa sala un mapa del mar de Barents hecho sobre piel de foca y las herramientas que utilizaban para cazar ballenas y morsas. En las siguientes salas, la 3, la 4 y la 5, vemos la función de cada tripulante de los botes que salía a cazar focas: el tirador, el remero que tenía la mayor responsabilidad para navegar en silencio y acercarse a la presa, y el que saltaba al hielo con el hakapik, la herramienta con la que se daba muerte a las focas. Una de las curiosidades sobre las focas es que si cortamos uno de sus dientes transversalmente podemos conocer la edad del animal contando los aros que quedan a la vista.
En la sala 6 hay una serie de reproducciones de aeronaves, como por ejemplo el hidroavión Dornier Wal N-24 con el que Amundsen intentó llegar al Polo Norte en 1925, el dirigible Norge con el que logró sobrevolar el Polo Norte en compañía de Umberto Nobile y Lincoln Ellsworth y el hidroavión Latham 47 con el que se estrelló en el mar de Barents.
La sala 7 está dedicada en su mayoría a uno de los galácticos de las invernadas, el cazador Henry Rudi. En cuatro décadas cazó 713 osos polares e invernó 27 veces en solitario. Sus habilidades le permitieron fabricar todo tipo de utensilios para su trabajo. Acabó sus días como camarero en Svalbard y, más tarde, paseando por Tromsø como un jubilado respetado por todos, siendo recordado como un hombre caritativo.
En un rincón se habla del buey almizclero, animal con el que hacían salchichas que servían para alimentar indistintamente a los cazadores y a sus perros. Este curioso animal está extinguido en Svalbard, pero fue reintroducido con éxito en el Parque Nacional Dovrefjell entre la década de los 30 y de los 50 del siglo pasado.
También hay sitio para Wanny Woldstad, de Tromsø, que fue la primera mujer cazadora. Su comportamiento estuvo totalmente alejado de lo que se esperaba de una mujer de la época, invernó varias temporadas en Svalbard acompañada en ocasiones de sus dos hijos. Fue, además, la primera mujer que condujo un taxi en la localidad y escribió el libro La primera mujer cazadora en Svalbard. Cuando algunas mujeres siguieron sus pasos, se dijo que las cazadoras convirtieron la cabaña de caza en un hogar, permitiendo mantener una normalidad familiar durante las largas invernadas.
La sala 8 habla de la caza de la morsa y de los osos polares, cuya caza se convirtió, a partir de 1890 y junto con la del zorro ártico, en un lucrativo negocio, dando lugar a todos los abusos imaginables derivados de la codicia del hombre. Nos dan el dato de la cuota que tienen los inuits de Canadá, Alaska, Siberia y Groenlandia, desde 1952, para seguir cazando algunos ejemplares.
Llegamos a la sala 9 y nos topamos con Amundsen, cuya documentación señalaba como su ocupación la de explorador polar. La información que encontramos en este museo no es tan completa como la del Museo del Fram de Oslo, pero nos da alguna pincelada sobre la vida y los trabajos de exploración de Amundsen, que vivió en Kristiania, la actual Oslo, desde su primer año de vida. En 1893 dejó los estudios y se fue a cazar focas al Ártico; ese experiencia fue una suerte de entrenamiento para su posterior vida como explorador. Nos dan datos sobre la expedición del Bélgica, la embarcación Gjøa que fue la primera en recorrer todo el paso del Noroeste, sobre el Fram y nos pone al corriente de la competición entre Amundsen y Scott por lograr sus objetivos. No sólo los éxitos, también conocemos los fracasos por llegar al Polo Norte en las aeronaves N24 y N25 y, esta vez sí, el objetivo logrado al sobrevolar el punto central del Polo Norte en el dirigible Norge, pilotado por Umberto Nobile y financiado por Ellsworth. Cuando pasaron por tan ansiado punto, arrojaron las banderas noruega, americana e italiana. Roald Amundsen colocó la bandera noruega en los dos polos antes de perder la vida, el 18 de junio de 1928 en el vuelo del Latham.
A otro gran explorador, Fridtjof Nansen, está dedicada la sala 10. El zoólogo, diplomático, oceanógrafo, humanista y premio Nobel de la Paz en 1922 por sus ayudas a los emigrantes, fue en la primera expedición del Fram —Amundsen fue en la tercera—, en el año 1888 para cruzar los hielos de Groenlandia.
La Teoría de Nansen fue una especie de alucinación sobre el modo de conquistar el Polo Norte que a punto estuvo de llevarse a cabo. Su idea era navegar hasta el punto en que el hielo impidiera el avance, dejando que se congelara el agua alrededor de la embarcación. La corriente y el hielo empujando desde el este hacia el oeste harían que la nave atravesara en diagonal el Polo Norte en un periodo, calculaba, de unos dos o tres años. Prepararon material y víveres para permanecer a bordo cinco años y zarpó en el Fram desde Oslo el 25 de junio de 1893, haciendo escala en localidades como Tromsø o Vardø. Consiguió llegar a 78º norte y 133º este, entonces desmontaron las piezas susceptibles de sufrir daños durante el invierno y se prepararon para la vida a bordo, organizando talleres y diversas rutinas de ejercicios para mantenerse en buena forma física y anímica.
Tras comprobar la lentitud del avance, muy lejos de la prevista, Nansen se planteó llegar al Polo Norte en esquís y trineo de perros, acompañado por Hjalmar Johansen. Fueron incluso degollando a los perros debilitados para alimentar a los demás, pero seguían avanzando lentamente, tan solo un par de kilómetros diarios, así que se optó por el regreso. El 8 de abril de 1895 y con una temperatura de -36º C, organizaron una cena para celebrar la acampada en 86 grados y 14 minutos norte, el punto más al norte en el que un hombre había estado jamás.
Durante el camino de vuelta tuvieron que arrojar los trineos por la borda para perder lastre y fueron sacrificando a los perros, quedando sólo dos al final: Nansen sacrificó al perro de Johansen y éste hizo lo propio con el de Nansen. La épica travesía acabó de manera relativamente feliz, consiguieron llegar a salvo y la noticia dio la vuelta al mundo. El trabajo de Nansen fue esencial para la investigación y la conquista del Ártico, quedando reflejado en su libro The norwegian North polar expedition 1893-1896.
La compañía FINNAIR tiene un vuelo a Tromsø, con escala en Helsinki, que opera desde Madrid, Barcelona y Málaga durante el primer trimestre del año, el mejor momento para disfrutar del espectáculo de las auroras boreales. Las tarifas para este 2014 han ido desde 215 euros ida y vuelta. Haciendo una búsqueda en su página parece que mantienen el trayecto para 2015. En la escala de Helsinki se puede disfrutar de uno de los mejores aeropuertos de Europa, que ofrece wifi ilimitado y gratuito así como estaciones de carga para nuestros dispositivos electrónicos. Más información en la página de Finnair.
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