Lovaina está cerca de Bruselas. Y aún más cerca del aeropuerto de Bruselas. Pero la gente tiene tendencia a desviarse hacia Brujas, Gante y Amberes —¡menudo trío!— y dedicar, si acaso, un par de horas a dar un paseo por alguna de las caras de la ciudad, obviando que tiene 246 para ofrecer. Estas son todas las caras de Lovaina:
Estudiantil. De lunes a viernes la ciudad es de los estudiantes. Y que se atreva alguien a objetarlo. Lovaina tiene unos 120.000 habitantes a los que cada lunes, en periodo escolar, se le añaden más de 50.000 estudiantes flotantes. Bibliotecas, recintos universitarios, tiendas de comida ecológica y, claro, bares. En Oude Markt (Mercado Viejo) también se cuelgan la etiqueta, junto a otros emplazamientos en ciudades europeas, de la barra de bar más larga de Europa. En uno de los bancos se encuentra la escultura De Kotmadam, que representa a la casera que alquila habitaciones a los estudiantes. Dicen las lenguas viperinas de éstos que la estatua es mucho más guapa que las kotmadam actuales. El soniquete más familiar en la ciudad es, llegado el viernes, el de las ruedas de las maletas siendo arrastradas por las calles empedradas de la ciudad. Toca volver a casa.
La del sábado. Lovaina te parecerá otra ciudad, tras la tempestad siempre llega la calma. Es fácil ver a los últimos rezagados en dirección a la estación de tren, algún despistado o una inoportuna resaca. Es el día ideal para recorrer la Mechelsestraat, donde se coloca un mercado de pulgas al inicio de la calle, cerca de la estatua de Erasmo. El resto de la calle es un gran escaparate de tendencias, con la tienda de quesos Elsen donde podría quedarme a vivir perfectamente a poco que me trajeran algo de vino para acompañar las decenas de referencias que tienen, una floristería donde chicos elegantes compran flores para su pareja, tiendas de ropa muy originales y alguna tipo cajón de sastre donde nada obedece a la casualidad y sí a los patrones más actuales del diseño. También es muy interesante el mercado que plantan en la Brusselsestraat, con puestos de comida, flores y degustación de productos.
Cervecera. Igual que no podemos hablar de Lovaina sin estudiantes no podemos hacerlo sin cerveza. La famosa, la que se exporta por medio mundo, es la Stella Artois. Es posible recorrer la factoría en una visita guiada. Pero me quedo con Domus, una cervecería que todavía elabora su cerveza de manera tradicional. Una tubería de cobre se encarga de llevar la cerveza directamente hasta el grifo del restaurante. Como aperitivo, te sirven una tabla con tres jarras de cerveza de entre los cuatro tipos que elaboran. Que te parecen pocas opciones, pues te vas a The Capital que acaba de abrir sus puertas hace apenas un mes y pides alguna de las 3.000 referencias de cerveza que tienen, el 80 por ciento de ellas de factoría belga.
Renovada. Hubo un tiempo —¡ay!, los añorados años del Interrail— en que cualquier estación de tren en Europa que se preciara debía oler a una mezcla de cruasán, fritanga y orines en proporciones variables. Eso ha cambiado y cómo ha cambiado en Lovaina. El barrio de la estación es un renovado espacio, alrededor de Martelarenplein, con cabida para la arquitectura contemporánea. La mayoría son edificios de oficinas, hoteles y sedes de grupos bancarios, como el edificio de KBC. No obstante, es un agradable paseo, sobre todo cuando empiezan a iluminar los edificios y el vidrio y el acero parecen cobrar vida.
Femenina. En el patio de entrada de colegio Atrecht está el Árbol de la Gran Pena, una Sophora japonica o árbol de la miel donde años atrás las chicas se despedían de sus novios cuando llegaba el toque de queda. Hoy, el whatsapp ha quitado romanticismo al asunto. Bueno, las nuevas tecnologías y el hecho de que a partir de 1970 fuera mixto.
Otras dos historias curiosas, con mujeres como protagonistas, las encontramos en dos de los cuadros de los salones del ayuntamiento. En uno de ellos, obra de Tournai André Hennebicq, vemos a Antonia van Roesmale explicando la Biblia a un grupo de personas. Eso de que la exégesis correspondiera a una mujer no acababa de estar bien visto en la época y terminó sus días, junto a Catharina Metsys, enterrada viva en la plaza.
La otra pintura es una copia de La justicia del emperador Otto III, de Dirk Bouts. El original está en los Museos Reales de Bellas Artes de Bruselas, pero sirve la copia para conocer la historia: la mujer del emperador le viene con el cuento de que un conde se le había insinuado. La muy arpía consiguió que el hombre fuera decapitado, pero la esposa demostró su inocencia sosteniendo en la mano una barra de hierro incandescente sin quemarse y en la otra la cabeza de su marido. En el cuadro se ve a la mujer mentirosa ardiendo en la hoguera.
Arquitectónica. Que la arquitectura tiene un papel importante en Lovaina es una perogrullada: es una ciudad flamenca. Por diversas calles del centro histórico de la ciudad vamos a ir encontrando casas construidas a partir del siglo XV. Viendo sus fachadas, no se hace tan difícil imaginar cuando el río Dijle era navegable y las barcas bajaban cargadas de los famosos paños de Flandes, que tan buenos dineros trajeron. De esa época son el ayuntamiento, la iglesia de San Pedro o la curiosa casa ‘t Sestich.
Ya de estilo renacentista encontramos el colegio Van Dale, clasicista el de Atrecht y la iglesia de San Juan Bautista y la abadía del Parque quedan para el barroco.
Ciclista. Como en el resto de ciudades flamencas, el transporte en bicicleta es de los más utilizados. Si además contamos con que una buena parte de los estudiantes utiliza ese medio para desplazarse, eso son muchas bicicletas. Ayuda bastante el que una buena parte de la ciudad sea plana y el respeto que tienen los conductores por los ciclistas. En las bicicletas se llevan los libros, el pan, las flores y, si hace falta, se arrastra la maleta hasta la estación. Llueva o haga sol, el pedaleo no cesa.
Beata. Los beaterios de Flandes están en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Lovaina tiene dos: el grande y el pequeño. Los beaterios fueron creados en el siglo XIII para acoger a viudas, mujeres de buena cuna y generosa dote y alguna que otra vocación. Con el exceso de viudas debido a las guerras de Flandes, en la que los españoles tuvimos parte activa, el ingreso en los beaterios también respondía al deber moral de salvaguardarlas del calor de las luces rojas de la zona portuaria. Llegó a haber 360 beatas en el grande y 100 en el pequeño. Éste último convertido, tras su última restauración, en casas particulares.
En el siglo XVII, se añadió una zona residencial al beaterio grande, de característica construcción en ladrillo rojo y piedra arenisca. Esa zona está hoy ocupada por estudiantes extranjeros y profesores asociados. La guía me dijo que el beaterio se salvó de desaparecer gracias a “la polla” del Conde de Flandes y del obispo. Estoy casi, casi seguro de que se refería al apoyo.
Verde. Los jardines están por toda la ciudad, algunos como grandes zonas verdes invitando al paseo dominical y otros como secretos espacios donde esconderse para echar un último vistazo a los apuntes, hacerse con algún beso furtivo, organizar un tímido botellón o disfrutar del sol. De los grandes me quedo con el Sint-Donatuspark, pero si tengo que elegir uno solo será sin duda el jardín interior que hay junto a la iglesia y antiguo colegio de Santa Gertrudis. Un coqueto jardín, generalmente solitario, con un par de bancos, uno de los canales del río a sus espaldas y vistas al campanario de la iglesia.
Religiosa. La Universidad de Lovaina fue creada en 1425 por un Papa, Martin V, con la idea de que enarbolara la bandera del pensamiento católico en el continente. Es la universidad católica más antigua de Europa. Otra Papa, Adriano VI, mentor de Carlos V, estudió en sus aulas. Los estudios de teología todavía gozan de enorme prestigio. Entre el alumnado también estuvieron Erasmo, Vesa Luis y Mercator.
Por la ciudad encontramos un buen puñado de iglesias: la capilla de San Antonio, donde está enterrado el Padre Damián; la iglesia de Santiago en estilo románico, de la que sólo queda la torre; la iglesia de San Quintín, con La última cena de Jan Willems; la de San Miguel, con la fachada que parece un altar y que ha quedado para actos culturales; la de San Pedro, en la Grote Markt, con tres obras de los pintores flamencos primitivos.
Y por último, las 236 caras de la fachada del Ayuntamiento. Estamos ante uno de los ayuntamientos góticos más bellos del mundo. Fue construido en el siglo XV, pero las hornacinas quedaron vacías. Fue a partir de 1850 cuando las llenaron. En las filas inferiores encontramos artistas, académicos y escenas de la historia de Lovaina. En la primera planta están los santos patronos y en la segunda planta están los Condes de Brabante. Algunos de los personajes que encontramos son Felipe II, Carlos V, Leopoldo II, el de los líos en el Congo; Napoleón Bonaparte o Mercator. Como curiosidad, tan solo 16 de las esculturas corresponden a mujeres.
Si al dar un repaso a todos los personajes nos quedamos con ganas de más, podemos entrar en una de las visitas guiadas al ayuntamiento y pasear por el Salón Gótico y por los salones de la parte más antigua para ver cuadros como la Presentación de Moisés a la hija del faraón, o ver el antiguo despacho del alcalde —hace algunos años se trasladaron a un edificio más moderno y sin duda salieron perdiendo—. El edificio no tiene suficiente con mostrar su mejor cara en la plaza Mayor y también se asoma a las calles Naamsestraat, Muntstraat y Boekhandelstraat.
Me ha gustado mucho y me viene bien. Justamente hace unos días andaba pensando en visitar a estos vecinos, porque les conozco bien poco.
¡Qué bueno lo del apoyo del obispo!
Hola Javier, me alegro de que te sea útil. Lovaina no suele estar entre las preferencias a la hora de visitar Flandes, pero es una ciudad muy interesante y con mucho menos turismo. Y tú la tienes bien cerca 🙂