Me gusta la Navidad. Por supuesto que hay matices en esta afirmación, matices que son los clásicos de este periodo: es muy comercial, pasan los años y falta gente a la mesa, se pierde la ilusión cuando vamos creciendo. Tengo mis propias recetas para todo; la Navidad es tan comercial como uno quiera, falta gente pero los que estamos seguimos celebrando la vida y llegan miembros nuevos a la familia con la misma ilusión que tú tuviste a su edad. En los días previos, me gusta escaparme a los mercadillos de Navidad alemanes. Creo que tienen un punto de autenticidad y nostalgia que no se da en los nuestros. El año pasado estuve en el de Núremberg, la ciudad de Durero, para conocer al rubio y rizoso Christkindl.
Hay referencias al Christkindlesmarkt desde 1628, aunque se cree que las pequeñas paradas salieron a la calle incluso antes, cuando en la Reforma se adoptó la costumbre de hacer pequeños regalos a los niños en Navidad. En Núremberg todavía podemos encontrar buenos ejemplos de las características casas de entramado, paseando por las calles donde predomina esa arquitectura da la sensación de saltar en el tiempo, más aún cuando ves aparecer el carruaje postal tirado por dos caballos de robustas y peludas patas. Los carruajes pertenecen al Museo de la Comunicación y en los días de Adviento hacen un recorrido por el casco histórico de la ciudad.
Weißgerbergasse —el callejón de los Curtidores— concentra el mayor número de esas históricas casas, que sirvieron de almacén y taller al gremio que da nombre a la calle. Los cafés y pequeñas tiendas que ocupan los bajos de algunas de estas casas nos permiten curiosear y ver detalles arquitectónicos, como balcones, patios y hornacinas, que atestiguan la bonanza que estos artesanos vivieron en la Edad Media. Otra destacada casa de entramado es Weinstadel, un antiguo almacén de vino. El reflejo que arroja sobre el río convierte a esta casa de dos pisos en el lugar más fotografiado de la ciudad. Antes que guardar las botas de vino, sirvió de albergue a los leprosos, que podían permanecer allí durante tres días para comer alguna cosa, conseguir algo de ropa y recibir visita médica. La casa-museo de Alberto Durero es otra de las que sigue el patrón clásico de la casa de entramado. La arquitectura de nuestros días también tiene hueco en Núremberg, el ejemplo más claro es el Nuevo Museo de Arte y Diseño.
Si algo lleva jengibre, de entrada digo sí. Subiendo por la Weißgerbergasse, llegaban los olores del jengibre y de las especias del glühwein, el vino caliente. Aunque el mercadillo se extiende por otras calles y plazas, la Hauptmarkt —Plaza del Mercado— es el escenario principal, con el fondo de la Frauenkirche —Iglesia de Nuestra Señora—. En un costado de la plaza, rodeada de las casetas del mercadillo de Navidad, está la Schöner Brunnen —Fuente Hermosa—, construida a finales del siglo XIV. El maestro escultor Heinrich Beheim representó, mediante cuarenta figuras, la visión que el Sacro Imperio Romano Germánico tenía del mundo. La parte inferior la dedicó a la filosofía y a las siete artes liberales, por encima colocó a los cuatro evangelistas y a los padres de la Iglesia, en la parte media hizo sitio a los siete príncipes electores y a los nueve héroes, y coronando la estructura, puso a Moisés y a los siete profetas.
Desde primeras horas de la mañana, las casetas levantan su persiana para ofrecer diferentes tipos de artesanía, comida y bebida. La artesanía más curiosa es la del Zwetschgenmännle, un “hombre ciruela” elaborado con ciruelas pasas. La tradición de estos muñecos, que van desde la figura desnuda al guitarrista de rock, se remonta a 350 años; también es posible encontrarlos hechos con higos secos. Aunque lleven haciéndolo desde hace seiscientos años, el lebkuchen —pan de jengibre o especias— que venden en las paradas está horneado desde hace pocas horas. La receta está protegida por la las leyes de alimentos de Alemania. En una época, la Edad Media, en que podía haber carencia de muchos ingredientes y materiales, a los reposteros de Núremberg nunca les faltaron las buenas especias y los frutos secos, que llegaban a la ciudad gracias a los comerciantes.
El humo que sale de los recipientes que contienen el glühwein es un efectivo reclamo, una taza de vino caliente entre las manos es el mejor remedio contra las bajas temperaturas. Cada año, diseñan una taza conmemorativa para que la vayamos rellenando con el vino. Si somos más de cerveza, también encontramos una edición especial navideña. Cuando el hambre asoma solo hay que moverse a la caseta de al lado para comprar las deliciosas salchichas de carne de cerdo con mejorana, un bocado “fast food” de categoría. La manera más común de pedir estas salchichas es “drei im Weggla”, tres unidades en un panecillo.
Muchas veces, el viaje viene motivado por el deseo de ver algún gran monumento, un reconocido paisaje o la obra de un pintor famoso. Otras, las motivaciones son mucho más sencillas: son olores como el del jengibre o las especias del vino caliente, es un coro de dulces voces cantando el clásico villancico O Tannenbaum, son momentos como tener una taza de vino caliente entre las manos, sentir el confort del calor, que el humo te roce la punta de la nariz al soplar para enfriarlo y en ese momento viajes hasta tu infancia para revivir por un instante aquellos días en que, la mañana de Navidad, con la boca llena de turrón, golpeaba algún objeto por los pasillos para despertar a toda la familia.
El Christkindlesmarkt se inaugura el 1 de diciembre, con una solemne celebración que tendrá lugar a las 17.30 horas. Es posible visitar el mercado hasta el 24 de diciembre. También hay un mercadillo dedicado a los niños, con casetas donde pueden hornear pan, fabricar sus propias velas y tener encuentros con el Christkindl, que cada año es representado por una mujer joven.
CÓMO LLEGAR. Vueling tiene vuelos a Núremberg desde numerosas ciudades españolas, ya sea en vuelos directos o a través de Barcelona, a precios muy interesantes. Otra opción es volar a Múnich, que está a una hora en tren de Núremberg. Ahora mismo, por ejemplo, se pueden encontrar vuelos a Núremberg y a Múnich, en las fechas que tiene lugar el Christkindlesmarkt, desde 49,99 euros por trayecto en su tarifa Basic y desde 66,99 en la Optima, que permite escoger asiento y facturar una maleta. Para más información, visita la página de Vueling.
Leave a Comment