En España hay quince parques nacionales. Cuatro de ellos están en el archipiélago canario: Timanfaya en Lanzarote, la Caldera de Taburiente en La Palma, el Teide en Tenerife y Garajonay en La Gomera.
El principal atractivo del Parque Nacional de Garajonay es el paisaje de laurisilva, un resto del bosque del Terciario que llegó a ocupar una parte importante del Mediterráneo y que hoy está presente en la Macaronesia, en América Latina —conocido como bosque de nubes— y pequeñas partes de África y Asia. La humedad que traen los vientos alisios crea lo que se conoce como lluvia horizontal, la responsable de que nunca falte el agua en este tipo de bosque formado por casi una veintena de especies arbóreas, como el tejo canario, el barbusano, el viñátigo, el acebiño o el loro.
Hay mucha diferencia entre recorrer Garajonay en un día totalmente despejado y hacerlo cuando el mar de nubes está metido en el bosque. La primera incursión la hice en un día en que brillaba el sol, con pronunciadas sombras marcadas por todo el bosque. Tropecé con una ermita con un curioso cartel que decía que debíamos la erección (de la ermita) a una tal señora Florencia Stephen Parry. Quizás había otra palabra mejor en el diccionario, pero para gustos colores.
Al finalizar esa primera ruta me quedó mal sabor de boca, no era lo que esperaba. Esos fuertes contrastes de luces y sombras daban un aspecto extraño al bosque. Así que decidí volver al día siguiente, muy temprano. A las seis de la mañana, el mar de nubes bailaba entre la laurisilva. Ahora sí tenía un punto mágico, de inicio de cuento. Era como entrar en un decorado de finales del jurásico, sin rastro de dinosaurios ya.




Cerré los ojos durante un instante, escuchando cómo el aire movía levemente las hojas, sintiendo la humedad en la cara, notando cómo las nubes me pasaban por encima. En ese ecosistema apenas llueve, pero siempre hay charcos que se forman por la presencia constante de humedad. El musgo y el liquen cubren los troncos de los árboles, las epifitas utilizan a otras plantas como soporte, sin alimentarse de ellas pero pudiendo llegar a dañarlas; el sotobosque de helechos cubre cualquier rincón, excepto los pequeños senderos que nos permiten transitar por el parque.
La imagen más clásica de Garajonay es ésta, la de su ubérrimo bosque de laurisilva, pero cabe mencionar también las formaciones de origen volcánico conocidas como roques. Entre ellos está el roque de Agando, que quedó muy afectado tras el devastador incendio que sufrió La Gomera en verano de 2012 —se quemaron 750 hectáreas del parque—. La vegetación se está recuperando de manera lenta pero imparable.
quiero ir ahi para protejerlo