A finales de los años 50, la llegada de “las suecas” causó un gran revuelo entre la población de una parte del litoral español. Aquel fenómeno se suele relacionar con el inicio del boom turístico en el país. En el saco de “las suecas” se metía a cualquier turista del norte de Europa, aunque Umbral decía que de París para arriba todos eran suecos que llevaban dentro un hispanista en tanga que se interesaba por la confección de nuestros vinos, el baile del pueblo, el ritual de las bodas, el mito de la virginidad y la Guerra Civil. En realidad todo era mucho más sencillo: teníamos un clima privilegiado, el país era muy barato y los fondos extranjeros de ayuda exigían la apertura de puertas sin visado para un buen número de países. Muchas décadas después, el clima privilegiado sigue siendo nuestro principal valor, tanto para la atracción de turismo como para la elaboración de vino. En esta historia tenemos a dos suecos —ellos sí, de Suecia—, a algunos catalanes y a un argentino. El patrón nos sigue resultando familiar: buen clima, elaboración de vino y el paisaje rural. Es en los detalles donde encontramos la confianza que genera un buen apretón de manos, el cariño a la tierra, las historias que salen del interior de una botella y las altas dosis de pasión necesarias para llevar a cabo un sueño de este tipo.
Tras vender su empresa, Peter y Ann Skoglund compraron un apartamento en Barcelona con la intención de pasar algunas temporadas a orillas del Mediterráneo. A ambos les apasionaba el vino y en la capital catalana descubrieron la gran variedad que se elabora en Cataluña. Si había un interés en los vinos catalanes, la lógica decía que, tarde o temprano, acabarían visitando el Priorat, donde se elaboran vinos al amparo de dos de las denominaciones de origen de la Costa Daurada: Montsant y Priorat. Es entonces cuando entra en juego Xavier Peñas*.
*Fixer: En periodismo, la clase de personas que resuelven problemas y hacen que las cosas sucedan.
A Xavier le pidieron si podía recibir a una pareja de suecos, enseñarles la comarca y visitar algunas bodegas. Tras aquella visita, a Peter y Ann les empezó a rondar la idea de comprar un viñedo. Su pensamiento inicial fue que estuviera integrado en la D. O. Q. Priorat, cuyos vinos eran sobradamente conocidos, pero a medida que fueron escuchando hablar de la D. O. Montsant se empezaron a enamorar del territorio y a ver las posibilidades de una denominación de origen a la que le había tocado crecer junto a una de las más prestigiosas del panorama vitivinícola. Tras un intento fallido de comprar una propiedad en mayo de 2017, esa romántica idea de pisar uva se enfrió bastante. Tan solo un mes más tarde, Xavier les dijo que había localizado seis hectáreas de viñas viejas plantadas con cariñena. Una semana después, Google Earth mediante, decidieron comprar esa tierra. Hasta entonces, su única experiencia en el mundo del vino era que disfrutaban bebiéndolo.
En esa primera compra se incluyó una cláusula bastante especial, al margen de la notaría: 4.000 kilos de uva de la inminente cosecha para poder hacer su primer vino. El acuerdo fue sellado con un firme apretón de manos, un gesto que por esas tierras “va a misa”. Ese primer vino, no podía ser de otra manera, se llamó El tracte (El trato). Llegaron más oportunidades de adquirir viñedos y no las dejaron escapar, principalmente de viñas viejas —entre 30 y 80 años— de garnacha y cariñena, las variedades más características de la D. O. Montsant. Hasta la fecha han conseguido más de veinte hectáreas, algo inusual en una zona en la que las herencias han desmigajado el mapa parcelario.
Tenían la uva, ahora necesitaban a alguien que hiciera magia e incorporaron al equipo a Joan Asens*, un prestigioso enólogo que había pasado una larga temporada en la bodega de Álvaro Palacios —Joan fue el responsable del cotizado L’Ermita— y fue reconocido, en 2019, como el mejor enólogo de Cataluña.
*Mago: 2. m. y f. Persona singularmente capacitada para el éxito en una actividad determinada.
Cuando a Joan le propusieron formar parte de Bell Cros —marca con la que comercializan los vinos— su respuesta fue un rotundo no. Pero acabaron tentándole con el argumento más poderoso: querían producir en ecológico. «Hay dos maneras de trabajar la tierra, como si fuera un esclavo, explotándola hasta la extenuación, o como si fuera un hijo, dándole lo mejor y procurando que no enferme. Como payés tienes una responsabilidad, quiero creer que si existen los payeses el mundo es más perdurable. Tenemos que pensar la manera en que gastamos energía para que nuestro trabajo sea más sostenible. El sector va, de manera imparable, hacia el cultivo ecológico y los vinos naturales. Hasta la gran industria del vino se ha metido a vinificar de esa manera», cuenta Joan.
Tras el periodo romano hubo una progresiva pérdida del cultivo de la vid y los monasterios fueron los que se encargaron de recuperarlo, había menos riesgo con el vino que con el agua poco salubre que tenían a su alcance y también lo necesitaban para la liturgia. El catolicismo ya no relacionaba al vino directamente con un solo Dios, como sí hicieron griegos y romanos con Dioniso y Baco, sino con su sangre al incorporar el tema de la transubstanciación. Necesitaban que el vino fuera puro, así que los hombres de iglesia fueron los primeros que lo embotellaron. Conviene recordar que guardado en ánforas se oxidaba rápidamente y que los romanos le añadían especias y miel para que fuera bebible, o comestible si convenimos que el vino es un alimento. Esa manera de vinificar es la que heredamos y por tanto esos procesos son los que se han estado copiando. Con una preocupación por la sostenibilidad cada vez mayor por parte del consumidor, parece lógico que Bell Cros haya incorporado un par de vinos naturales a su catálogo: un tinto, el One Off #1, y un blanco que está al caer.
Otro de los retos a los que se enfrenta Joan es al de embotellar el territorio y sus historias. «Nadie estaba explicando este territorio de la Costa Daurada, una zona mediterránea pero fresca. El hecho de que toda la uva sea nuestra nos ayuda a narrar un entorno completo. No queremos mezclar cosas, no queremos hacer más», me dice el enólogo. Apunta, además, su único secreto para hacer un gran vino: tener buena uva e intentar que esa calidad no se pierda en la bodega. «La uva tiene una cosa que no tiene ninguna otra fruta, es mejor el producto transformado que la propia fruta».
La comarca del Priorat es un mosaico agrícola mediterráneo con una gran biodiversidad y Peter ha entendido eso perfectamente. En la propiedad se mantienen zonas yermas para que crezcan pequeños bosques con matorrales y se desarrollen los insectos que ayudarán a la viña. Asimismo, se ha puesto el acento en mantener otros cultivos como el del olivo. Lo que comenzó siendo un hobby, casi un capricho, se ha convertido en poco tiempo en una seria candidatura para sumar a la evolución constante y ascendente de la D.O. Montsant. Ante la envergadura que cogía el proyecto, Ann y Peter, apasionados por el vino como producto cultural, que explica una historia y da placer, decidieron ir un paso más allá y formarse en enología. Miguel Figini*, argentino afincado hace bastantes años en Cataluña, dirigía el Espai del Vi Català, un centro de formación y divulgación de la cultura del vino catalán. Así que parecía inevitable que sus caminos se cruzaran.
*Profesor: 1. m. y f. Persona que ejerce una ciencia o arte.
«Estamos en un lugar de una excelencia vitivinícola extraordinaria, en parte desconocida para los de aquí y los de allá. Aunque en los últimos diez años hemos pasado del 10% a más del 30% de consumo de vino catalán, los catalanes todavía consumen mucho más vino de fuera», explica Miguel. Tras varias sesiones en el centro, surgió una cierta amistad con la pareja sueca que fructificó en la propuesta, en 2019, de hacerse cargo de la comercialización del producto. «Estaba retirado de esa faceta a la que le había dedicado muchos años, pero me gustaba la gente, me gustaba el proyecto y tengo la secreta idea de irme a vivir algún día al Priorat. Así que acepté». Como parte esencial de la puesta en valor de Bell Cros, Miguel ha desarrollado un completo programa de actividades adaptadas al ciclo de la viña en las que se busca la complicidad y la colaboración de los visitantes. Los trabajos de poda y vendimia, entre otros, van acompañados de talleres para aprender a hacer salsa romesco, truita amb suc, llonganissa o para elaborar un cupage de tu propio vino. «Si tienen que comer algo que sea característico de la zona. La manera de aprender es haciendo y en el fondo de todas estas actividades está la educación y la transmisión de los valores del territorio y de la pasión de Bell Cros», dice Miguel.
Este corto trayecto desde que convirtieron una pasión en una opción de futuro no ha estado exento de dificultades. Aunque Peter se confiesa un enamorado de la gente y de la cultura de este país, reconoce que se ha tenido que armar de paciencia por culpa de las trabas de la burocracia y de largos trámites que en Suecia hubiera resulto con un sencillo formulario online. Han sido dos años de producir poca uva, primero una ola de calor quemó tres cuartas partes de la cariñena y luego les cayó encima la pandemia. Aún así siguen con la ilusión intacta. El próximo sueño de Ann y Peter*, que está cerca de ser una realidad, es hacer su propia bodega —en la actualidad utilizan las instalaciones de Sant Rafel, la bodega familiar de Xavier Peñas—. Para su diseño y construcción hay una palabra clave: biofilia. El edificio, que se prevé que esté acabado en dos o tres años, estará totalmente integrado en un entorno que se va a introducir y conectar, literalmente, con la bodega.
*Anfitrión-es: 2. m. y f. coloq. Persona que tiene invitados a su mesa o a su casa.
Los pioneros de la D. O. Q. Priorat demostraron que el producto de valor y calidad era posible, sirviendo de ejemplo a otras denominaciones. Ahora es el momento de la D.O. Montsant y en Bell Cros están llamados a jugar un papel importante. Son, como dice Miguel Figini, los nouvinguts (recién llegados), pero tienen un gran conocimiento del lugar donde están y quieren ser arte y parte. La D.O. Montsant es una zona privilegiada para hacer y vivir el vino, seca y calurosa pero con mucha influencia mediterránea; un buen equilibrio climático que tiene su respuesta en vinos con carácter y finura, complejidad y elegancia. Hay poca población en esta parte de la Costa Daurada pero la gente siente pasión por la tierra y con pasión siempre salen cosas muy interesantes. Como dice Peter, «disfrutamos bebiendo vino y ese es un excelente comienzo para un proyecto como este*».
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